En nuestros stages muchas fotos son buscadas, aprovechando el paso de los ciclistas del grupo, buscando las mejores localizaciones. Tarea aparentemente sencilla, pero que no lo es tanto. Una buena foto muchas veces necesita unas cuantas coincidencias: que haya buena luz y visibilidad, que el entorno sea bonito, que el ciclista vaya por el lugar adecuado y que no pase ningún coche o “artista invitado” no buscado en ese momento. Cualquier foto es siempre un buen recuerdo, pero si el resultado es el que uno busca, mucho mejor.
Cuantas veces se nos habrá ocurrido: “este sitio con buena luz sería una pasada”. Pero como se suele decir, “el hombre propone y Dios dispone” y los “peros” siempre pueden acabar siendo determinantes en el resultado. Es un poco como ese puerto con el que soñamos, lo ascendemos, estamos en su cima, nos dicen que es precioso… pero la niebla no nos deja ver nada. Sí, conquistado está, pero nos falta algo: el poder verlo para disfrutarlo mucho más.
Pero hay días en que la suerte se pone de cara y esos hay que aprovecharlos. Habitualmente viajamos con la bici preparada por si llega ese momento especial. Hace poco tuvimos una de esas oportunidades. Estábamos en Italia. El plan del grupo era subir el Passo Rombo, pero tuvimos que enviar una furgo hasta la zona de Innsbruck para recoger otra que había tenido un problema que ya estaba solucionado. Madrugón total: antes de las 5 de la mañana en marcha. El camino más corto era ascendiendo el Passo Giovo y por allí que fuimos.
Mucha rabia por perdernos el comienzo de la etapa, pero ante un problema, la respuesta es no bloquearse y buscar la mejor solución, aunque aparentemente ninguna nos resulte buena. No merece la pena lamentarse: vale lo que es y no lo que podía haber sido.
Afortunadamente ese día nos guardaba un momento muy especial. Subíamos el Giovo entre nubes, comenzaba a amanecer y algo nos decía que arriba podía estar ya todo despejado. La bici preparada en el maletero y el ciclista vestido. Llegamos a la cima y la visión fue la gran recompensa. Un amanecer soñado. Tan solo unos momentos que tratamos de inmortalizar.
Podríamos haberos contado una historia fantástica, de las de dar envidia, pero, aunque el momento lo sea, fue parte de una realidad diferente. Fotos y carretera, que nos esperaban muchos kilómetros antes de volver con el grupo. Eso sí, ese amanecer en el Giovo nos regaló la mejor sonrisa del día.