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Hoy es el día del Mont Ventoux en el Tour, una de esas cimas que despiertan un interés especial, que imponen respeto, y que también será una de las protagonistas de nuestro viaje a Alpes de este mes.

 

Es uno de esos puertos que no llega a los 2000 m, pero se presenta con diferencia como la montaña más alta de la región y de ahí el nombre de «gigante de la Provenza». Su nombre es muy clarificador. Ventoux, significa «ventoso», y es que el viento puede pegar de lo lindo en la cima donde el mistral ha llegado a registrar velocidades de hasta 320 km/h.

 

La historia dice que el primero en escalarlo, fue Petrarca en 1336. Petrarca está considerado el padre del alpinismo. En el siglo XV se construyó una capilla en la cumbre, dedicada a la Santa Cruz. En 1882 se construyó una estación meteorológica que ya no está en funcionamiento y en los años sesenta se instaló una torre de comunicaciones de 50 m de altura que hoy en día es su seña de identidad.

 

El Mont Ventoux, aunque geológicamente forme parte de los Alpes, se considera una montaña separada de ellos debido a la ausencia de montañas de altura parecida en los alrededores. La cima de la montaña es de piedra calcárea, sin ningún tipo de vegetación ni árboles. La caliza blanca de la cima hace que, desde lejos, de la impresión de estar nevado todo el año.

 

La ascensión del Mont Ventoux se puede hacer por tres vertientes, este año el Tour lo ascenderá por 2 de ellas (Sault y Bedoin) para acabar en Malaucène, en la que será la etapa reina de la edición. Allí acabaremos también nosotros nuestra etapa.

 

 

La vertiente sur, desde Bédoin, 1580 m de ascensión en 21,3 km es la más difícil y famosa, y su pendiente media es del 7,46%. La subida es fácil hasta St-Estève, pero los 16 km restantes tienen una pendiente media que se acerca al 9%.  A partir del Chalet Reynard, el viento puede ser determinante, el que sea a favor o en contra puede suponer un mundo en el tiempo de ascensión.

 

Por la vertiente norte, desde Malaucène son 1515 m de desnivel en 21,2 km. Un poco más fácil que la subida desde Bédoin, y más protegida del viento. Por la vertiente este, desde Sault nos salen 1220 m de ascensión en 26 km. Después del Chalet Reynard la subida es la misma que la de la vertiente sur.

 

Pero no os fieis demasiado de lo que dicen sus números, porque el Ventoux es imprevisible y esto obliga a ser cauto. El viento puedo ser el gran aliado o un enemigo temible. Si da de cara, paciencia y a no malgastar ni un gramo de fuerza.

 

El Mont Ventoux es leyenda y épica por ser una de las ascensiones de referencia del Tour de Francia, pero lo que lo catapultó a la fama fue la trágica muerte de Tom Simpson. Aquella mañana del 13 de julio de 1967 el Tour partía desde Marsella.

 

En las primeras rampas, Simpson atacó, pero sería poco después superado por Julio Jiménez, que pasaría primero por su cima, aunque la etapa sería para Jan Janssen.

Aproximadamente 2 km antes de la cima, Simpson comenzó a cabecear de lado a lado de la carretera cayendo finalmente sobre ella. Rápidamente los auxiliares de su equipo le atendieron, pero él insistió en volver a subir a la bicicleta.

 

Sus últimas palabras fueron «¡Put me back on the bike!» (¡Subidme a la bicicleta!). Así fue: continuó a duras penas unos 500 m más, haciendo eses, cabeceando, hasta caer inconsciente.

 

 

El Mont Ventoux se acababa de cobrar una víctima, el corredor cuyo nombre y leyenda quedarán asociados para siempre con el «gigante de la Provenza».

 

Pero a sólo a unos metros de este lugar hay otra estela, que pasa desapercibida y nadie visita Nos cuenta una historia diferente a la de Simpson, tanto sobre el Ventoux como sobre el propio ciclismo. “En mémoire du Gaulois P.Kraemer décédé en Ventoux 2.4.1983 Union Audax Français», dice. “En memoria del galo P. Kraemer, fallecido en Ventoux el 2 de abril de 1983″.

 

Pierre Kraemer no era un hombre famoso, pero era un célebre miembro de la Unión Audax Francesa, club organizador, entre otros eventos, de la París-Brest-París. Pierre era conocido por su generosidad, su alegría y su trabajo. A los 56 años, a Kraemer le dijeron que tenía un cáncer incurable. Así que en abril de 1983 decidió escalar el Ventoux por última vez. Y coronó su último Mont Ventoux y poco después, cerca de la cima, donde la carretera se adentraba en un ventisquero, se bajó de la bicicleta, se sentó y se dejó llevar por el frío y la nieve. Lo encontraron al día siguiente, enterrado bajo casi un metro de nieve. Eligió que su destino le uniera para siempre al Ventoux.

 

 

Épica, tragedia, lo que queda claro es que estamos ante una de las cimas más especiales y deseadas del ciclismo, una tentación que si se os pone a tiro es totalmente recomendable.

Por Jon Beunza