Categoría: Blog – Jon Beunza

 

¿A dónde vamos?

 

Empezaremos haciendo una mención a la razón que probablemente nos llevará hasta aquí y que no es otra que el Hochtor Pass, cuya actual calzada fue inaugurada en 1935, si bien ese camino tiene siglos de existencia.

El carácter turístico de ese ruta, la Großglockner-Hochalpenstraße, además de en la barrera de peaje, se hace patente en los dos ramales que nacen del itinerario principal. Uno se desvía por una corta, pero muy empinada carretera adoquinada hasta la cumbre del Edelweisspitze (2572 m). El otro nos lleva a todo un puerto, hasta la cota Kaiser Franz Josef, justo enfrente del Grosglockner (3798 m), la cumbre más alta de toda Austria, y delante del grandioso glaciar Pasterze.

 

 

Estamos en el Parque Nacional de los Altos Tauros. La cima Kaiser Franz Josef está situada a 2369 metros sobre el nivel del mar. Fue bautizada así tras la visita que realizó el emperador austriaco en 1856. Estamos ante una terraza panorámica construida justo enfrente del Grosglockner (su traducción será “gran campanario” y claramente hace referencia a la forma de su inconfundible pico). A esa altitud y en los Alpes, las cumbres permanecen nevadas hasta en verano.

Pero si la montaña es grandiosa, aún hay algo más impactante si cabe: a nuestros pies, entre nuestra atalaya particular y las cumbres, se extiende el Pasterze, el mayor glaciar de Austria. Un glaciar que es una “reliquia” de la era glacial. El Pasterze es una buena muestra de los efectos del cambio climático, pues en los últimos cincuenta años su tamaño se ha reducido drásticamente. No obstante, sigue siendo un espectáculo grandioso que nos ayuda a ver lo que fuimos y hacia donde nos dirigimos.

Fotos: A. Epelde/Ziklo Team
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Un reto siempre actual

 

En nuestros viajes tratamos de que no falten lugares especiales, menos conocidos, sin historia ciclista, pero que estamos convencidos de que van a gustar. Lugares que, a priori, “no sugieren” pero que acaban dejando huella. Cuando los conocen, muchos acaban rendidos a su belleza y piensan en lo perfectos que serían para una gran etapa. Nosotros, aunque lo podamos pensar, no vamos tan lejos y nos contentamos con poder llegar y disfrutarlos, porque hablar de eso, forma parte de una historia muy diferente.

De entrada, muchos son parques naturales y es aquí donde empieza toda una cadena de limitaciones. Hace muy pocas fechas hemos podido comprobarlo. El IRAM del Pico Veleta quería ser un hito histórico para La Vuelta con sus 2845 m.

Pero este gran sueño no pudo hacerse realidad por la negativa de la Junta de Andalucía a llevar la carrera a un espacio protegido que ella gestiona. En el informe se desaprobaba la llegada de la Vuelta a España al Observatorio, debido al impacto ambiental que acarrearía a la zona, llena de vegetación y hábitats endémicos altamente protegidos.

El tramo de carretera fruto de esta negativa tenía 1 km escaso. Una vía abierta para todos los ciclistas que lo deseen, pero donde no se pueden realizar competiciones deportivas debido a su normativa de protección interna. Para poder llevar la Vuelta a la cima del Observatorio IRAM era necesario modificar este Plan de Ordenación, cosa que no ocurrió.

 

 

Pero para los cicloturistas, el Veleta (y como él otros muchos parques naturales) no son cotos cerrados. Hace un par de temporadas hicimos cumbre y ese pico es nuestro techo ciclista. Fue una de las jornadas más especiales que recordamos. Una experiencia única encadenando Haza de Lino, Dornajo, Las Sabinas, Hoya de la Mora y el citado Veleta.

No somos amigos de buscar polémica y entendemos que cualquier norma es por el bien común. La masificación siempre es perjudicial y, habiendo más posibilidades, puede resultar lógico que se trate de evitar estos finales.

La utopía ha existido, existe y existirá. Es ese sueño que sabemos que no se cumplirá, pero que siempre motiva. Y eso es algo que debe seguir existiendo. En lo que sí confiamos es en que estos lugares sigan estando abiertos para todos aquellos que amamos la naturaleza, las montañas y el ciclismo. La naturaleza es nuestra vida, debemos cuidarla y protegerla, pero también disfrutarla. El equilibrio y la sensatez deberían prevalecer siempre. Prohibir sin más, siempre es lo más fácil. Buscar soluciones da trabajo, pero ese el reto que da sentido a la vida.

 

Fotos: A. Epelde/Ziklo Team
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Pirineos, nieve, estaciones de esquí… todo muy bonito, pero quizás una imagen del pasado si no somos capaces de evolucionar. Nadie puede negar que la nieve cada vez es “más cara y más alta” de ver en los Pirineos y jugarse el futuro de pueblos y valles exclusivamente a esa carta es demasiado osado.

 

 

Vivimos tiempos en los que no se puede tener todos los huevos en la misma cesta. Hay que evolucionar y adaptarse, y no solo con los gustos de la gente, sino con las pautas que nos va imponiendo, sin darnos cuenta, el cambio climático.

 

Por supuesto que hay futuro; pero hay que trabajarlo, ver opciones. Y es ahí donde los cicloturistas podemos ser uno de los ingredientes más apetecibles para guisar un futuro esperanzador.

 

 

Hay que “facturar” todo el año: ese es el mensaje. El cómo ya es cuestión de cada uno. Si hay cartas, hay partida: nadie puede poner en duda que las hay. Y las bicicletas son parte del futuro.

 

Uno de los trabajos que más ilusión nos suele hacer es cuando se ponen en contacto con nosotros las Oficinas de Turismo, no solo para que les hagamos fotos o les midamos puertos, sino para dar un paso más y hacernos partícipes de alguna manera de sus planes ciclistas. Mesas redondas con agentes de distintos sectores, distintos puntos de vista, diferentes opiniones, que bien coordinadas ayudan a crear un proyecto sólido.

 

No hay secretos: conocerse, ser flexibles, escuchar, ver, adaptarse, evolucionar y trabajar. Casi nada llega por un golpe de suerte. Nunca podemos olvidar que todos los grandes logros del ser humano han sido a base de trabajo y esto es algo que no va a cambiar.

 

Fotos: A. Epelde/Ziklo Team
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Nos gusta la fotografía en todas sus facetas. Los paisajes, carreteras, montañas siempre han sido la base de nuestra inspiración, pero esto no quita para que busquemos también otro tipo de fotos.

Cada temporada solemos tener encargos para realizar fotografías de las novedades o futuras colecciones de varias marcas: ropa, accesorios, bicicletas…. Igualmente nos toca abordar otros sectores alejados de la carretera: Btt, gravel, treking, esquí de fondo, snowboard… Son trabajos diferentes, meticulosos, intensos, ya que cada uno es un mundo. Toca compaginar estudio y exteriores, fotos de acción con otras más de pose, movernos por «otros medios» que no son asfalto. Los conceptos cambian, el ciclismo sigue siendo el protagonista, pero otros detalles pasan a ocupar el primer plano. Gana el producto, pierde el paisaje, entran nuevos valores en liza.

 

 

Lo que no cambia es que la foto tiene que llegar, conectar con la persona que la ve y ser sugerente. Cada marca sabe lo que quiere, lo que busca. Trabajamos para gustar, por lo que nuestras preferencias, aunque siempre tratamos de aportar nuestro conocimiento e ideas, pasan a un segundo plano. Las localizaciones y las luces ganan protagonismo, para que el producto sea la estrella.

 

 

Un trabajo diferente, un soplo de frescura, un no encasillarte… Evolución natural, porque la vida va precisamente de eso.

Fotos: A. Epelde/Ziklo Team
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En nuestros stages muchas fotos son buscadas, aprovechando el paso de los ciclistas del grupo, buscando las mejores localizaciones. Tarea aparentemente sencilla, pero que no lo es tanto. Una buena foto muchas veces necesita unas cuantas coincidencias: que haya buena luz y visibilidad, que el entorno sea bonito, que el ciclista vaya por el lugar adecuado y que no pase ningún coche o “artista invitado” no buscado en ese momento. Cualquier foto es siempre un buen recuerdo, pero si el resultado es el que uno busca, mucho mejor.

 

Cuantas veces se nos habrá ocurrido: “este sitio con buena luz sería una pasada”. Pero como se suele decir, “el hombre propone y Dios dispone” y los “peros” siempre pueden acabar siendo determinantes en el resultado. Es un poco como ese puerto con el que soñamos, lo ascendemos, estamos en su cima, nos dicen que es precioso… pero la niebla no nos deja ver nada. Sí, conquistado está, pero nos falta algo: el poder verlo para disfrutarlo mucho más.

 

Pero hay días en que la suerte se pone de cara y esos hay que aprovecharlos. Habitualmente viajamos con la bici preparada por si llega ese momento especial. Hace poco tuvimos una de esas oportunidades. Estábamos en Italia. El plan del grupo era subir el Passo Rombo, pero tuvimos que enviar una furgo hasta la zona de Innsbruck para recoger otra que había tenido un problema que ya estaba solucionado. Madrugón total: antes de las 5 de la mañana en marcha. El camino más corto era ascendiendo el Passo Giovo y por allí que fuimos.

 

 

Mucha rabia por perdernos el comienzo de la etapa, pero ante un problema, la respuesta es no bloquearse y buscar la mejor solución, aunque aparentemente ninguna nos resulte buena. No merece la pena lamentarse: vale lo que es y no lo que podía haber sido.

 

Afortunadamente ese día nos guardaba un momento muy especial. Subíamos el Giovo entre nubes, comenzaba a amanecer y algo nos decía que arriba podía estar ya todo despejado. La bici preparada en el maletero y el ciclista vestido. Llegamos a la cima y la visión fue la gran recompensa. Un amanecer soñado. Tan solo unos momentos que tratamos de inmortalizar.

 

Podríamos haberos contado una historia fantástica, de las de dar envidia, pero, aunque el momento lo sea, fue parte de una realidad diferente. Fotos y carretera, que nos esperaban muchos kilómetros antes de volver con el grupo. Eso sí, ese amanecer en el Giovo nos regaló la mejor sonrisa del día.

Fotos: A. Epelde/Ziklo Team
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Esta temporada el Passo Fedaia y la Marmolada han sido protagonistas. En sus montañas, hemos podido vivir una doble realidad. Una amable: la del Giro, ya que su ascensión fue determinante y en ella Jay Hindley rompía los pronósticos de la mayoría y daba toda una exhibición. Una exhibición que comenzaría en su infernal recta gracias a su compañero Leonard Kanna. Allí fundieron a Mikel Landa y Richard Carapaz y luego Hindley tuvo las fuerzas suficientes para rematar la faena en los 2 km finales.

Los últimos 6 km del Passo Fedaia son terribles ya que, una vez que superas la recta, lo que queda no le va a la zaga. Curiosamente en los grupos de nuestros viajes los comentarios son que el final es casi peor. Para la recta vas preparado, pero luego no esperas que apenas vaya a darte algunos metros de tregua. El Passo Fedaia es una cima buscada, valorada y respetada. Cualquiera que lo ha subido, lo ha sufrido, y sabe que ante la mínima debilidad te puede caer una buena minutada. Eso le ocurrió al bueno de Richard Carapaz que ya saboreaba su segundo Giro, pero Fedaia quiso ser juez y dictó sentencia.

Pero este verano, hablando de la zona del pico de la Marmolada es inevitable hacerlo de su lado negativo. Hablamos del desprendimiento en el glaciar de un gran bloque de hielo sobre la ruta principal de acceso a la Marmolada, que acababa con la vida de 11 montañeros. Se han vivido temperaturas inusualmente altas, el glaciar se rompió en dos puntos y generó un alud de casi 300 m de ancho.

 

 

Algunos expertos aseguran que prever este tipo de desprendimientos es casi imposible, porque los glaciares están en constante movimiento y los sensores no podrían advertirlo, pero lo que está claro es que directa o indirectamente la mano del hombre está detrás de todos estos cambios.

Esta temporada, estuvimos dos veces en el Fedaia, una antes del desprendimiento y otra después. Y en la primera de ellas Andoni ya nos comentaba que el glaciar se veía raro, diferente, y no solo por su reducción de tamaño que es visible casi año a año.

Momentos tristes que te llegan más cuando es en un lugar con el que te identificas y en el que te gusta fotografiarte cada vez que vas. El Passo Fedaia y la Marmolada siempre tendrán sabor a ciclismo del bueno para nosotros: eso no va a cambiar. Pero el pasado verano el glaciar, la cima y su lago se vistieron de tristeza.

Fotos: A. Epelde/Ziklo Team
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PAZ, TOLERANCIA, RESPETO Y PRECAUCIÓN

Reflexiones después del último verano

Subir un puerto con el que siempre hemos soñado es algo único, pero hacerlo en calma, sin tráfico y poca gente, mucho más. Desgraciadamente, este último hecho cada vez es más difícil, sobre todo en puertos “populares”, y esas sensaciones viven amenazadas y podrían convertirse en “rara avis” ante la curiosidad y manía que tenemos los seres humanos de querer llegar a todas partes de la manera más cómoda.

Sí, porque somos comodones por naturaleza y buscamos llegar a primera fila sin apenas esfuerzo. Sí, cada vez hay más medios para moverse y llegar a lugares hasta hace poco de imposible o al menos trabajado acceso; pero eso no supone que tengamos que exprimirlo hasta las últimas consecuencias.

Las bicis no son el problema, aunque nos lo pongan y lo podamos poner más o menos difícil al resto de vehículos. Muchas veces las carreteras son estrechas, con muchas curvas y adelantar a un ciclista con una de esas enormes caravanas no es tarea sencilla. Es una pena, pero hay puertos que subirlos sin poner pie a tierra en algún momento supone un reto añadido. Un sábado de agosto el Stelvio podría ser un claro ejemplo

Las motos tampoco deberían ser el problema, aunque cada día son más grandes, muy pesadas y difíciles de manejar en algunas carreteras. Pero con buena voluntad se lleva bien. Además muchas veces les unen objetivos similares a los nuestros. Otra cosa son las motos “racing”, que van a darlo todo, a correr, a tumbarse, a ser una permanente amenaza para el resto de los vehículos. Un sinsentido… si quieres correr busca un circuito: a la montaña se va a disfrutar del entorno, del trazado, de las curvas, pero en plan tranquilo ya que no estás solo.

Podríamos seguir con los coches. Aquí volvemos a encontrarnos de todo, aunque el peligro está en esa nueva moda de hacer expediciones con coches de lujo de alquiler: Ferrari, Porsche, Maseratti… cada cual mejor, que, a base de acelerones y chirriar de ruedas, suben los puertos. Objetivo, según ellos, disfrutar; cosa que no dudo que hagan, pero de cara a la mayoría vuelven a ser un peligro que solo busca llamar la atención.

Y seguimos con las autocaravanas, una gran alternativa para hacer turismo, pero cada vez son más grandes, muchas de alquiler y en muchos casos con conductores inexpertos a la hora de maniobrar y que muchas veces sin darse cuenta se meten en buenos marrones. Hace un par de temporadas vivimos en el Mont Ventoux uno de los mayores atascos que hemos visto en la montaña: 2 km para arriba y 2 km para debajo de atasco, todo por dos enormes autocaravanas que no se decidían a cruzarse. Y ojo, que no era tarea nada fácil, ya que la amenazadora ladera a un lado, el talud de la montaña al otro y la estrechez de la carretera, no daba para mucho más. Un problema en toda regla y todo el mundo de mala leche.

A esto deberíamos añadir las obras. Algo lógico: estamos en zonas en las que el verano es muy corto y tan solo tienen cuatro meses para trabajar con garantías. Arreglos de carretera, construcciones, instalaciones… son pocos meses para trabajar a toda pastilla. Consecuencia: algunos cortes de carretera, semáforos de paso alternativo, camiones de material…

No nos veáis en plan negativo. Solo se trata de una pequeña reflexión de una realidad que no debe suponer un freno para seguir viajando y buscando puertos.

Inevitablemente se aproximan tiempos de prohibiciones, limitaciones, horarios, peajes… Cada vez hay más puertos que son de pago si se quiere subir en vehículo y además nada baratos. Hay también zonas con cupo de vehículos. Se abre la barrera de peaje y a partir de un número de vehículos se cierra. En ese momento, siempre queda la posibilidad del autobús para ascender. Algunos ni abren ese cupo y la única posibilidad de subir es en los autobuses que ponen para el turismo o, si no, disponer de un pase especial.

Con todo esto, los ciclistas podemos salir ganando ya que la tranquilidad vuelve a crecer. Pero tampoco está todo muy claro, ya que la fuente de ingresos por parte de los ciclistas es una parte importante, pero no suficiente para las necesidades y ambiciones turísticas de muchas zonas.

¿Qué puede ocurrir? El asunto no es fácil y aún menos que todos los implicados lleguemos a ser una familia bien avenida. Tendremos que adaptarnos a lo que venga: todo evoluciona y cambia, y no solo en el mundo de la bici. El ocio camina unido a la movilidad, a la acción, y esto hace que evolucionemos hacia una pequeña masificación en la mayoría de las actividades al aire libre. Todos hemos disfrutado algún deporte en paz y soledad; ahora, esto se reduce a momentos poco habituales porque, vayas donde vayas, casi siempre hay alguien.

Paciencia, tolerancia, respeto y precaución, son los adjetivos claves para el cicloturista, siempre útiles en carretera, y que nadie debería de olvidar vaya en el vehículo que vaya.

Los grandes puertos son testigos de excepción de lo que os comentamos. No se inmutan, aunque si hablasen quizás dieran muestra de nostalgia y tristeza. Sin embargo son fieles y van a seguir siendo parte de nuestros sueños. Eso no va a cambiar: siempre van a estar esperándonos y no dudéis que siempre tendremos la manera de disfrutarlos.

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Hace ya unos cuantos años que a comienzos de marzo suelo aprovechar el stage de Ziklo para escaparme unos días a pedalear a Benidorm. El objetivo es claro, buscar un poco de sol, buena temperatura, buenas carreteras, un puntito de forma, y «romper» con el frío, lluvia y nieve del invierno norteño. Los de mi zona o aquellos que vivan inviernos parecidos, me entenderán perfectamente. Los del sur, Mediterráneo o islas, quizás no tanto… Aunque sí, el tiempo está, o le hemos hecho estar loco y hay veces que lo habitual se convierte en excepcional.
Tenemos tendencia a pensar que casi todos vivimos el cicloturismo de forma parecida pero no es así, las dos ruedas nos unen pero dentro de esa unión cada uno somos un mundo rodeado de circunstancias climatológicas. pero ante todo personales.
Se puede ser un «loco» de las cumbres pero viviendo a un montón de kilómetros de las montañas no resulta fácil, se puede buscar rodar con calma y tranquilidad, pero viviendo en una gran ciudad puede ser un problema, se puede… Ejemplos los tenemos todos. Tenemos la mala costumbre de que nos guste aquello que es más complicado pero no podemos olvidar que la clave es adaptarse y disfrutar con nuestra realidad y luego, eso sí, aprovechar cada oportunidad que se nos ponga a tiro para darnos esos «caprichillos» que tanto nos aportan.
Foto: Andoni Epelde/Ziklo-Team
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Hay lugares que te impactan, fascinan y obligan a que tu mirada no pierda detalle de todo lo que te rodea. Uno de esos es sin lugar a dudas la RONDA SELLA en el corazón de Dolomitas.
Después de 2 años, si no se tuerce nada, este verano volveremos, en un viaje con ZIKLO. Pordoi, Sella, Gardena, Campolongo, un bucle mágico, opinión que creo que compartirán todos los que han tenido oportunidad de recorrerlo. Si, porque aunque Fedaia, Giau, Falzarego, Valparola… de por sí solos ya justifican cualquier viaje, la «ronda» es el remate perfecto.
Siempre me ha gustado «tratar de saber algo más» de los sitios que visito y está claro que con está zona de los Alpes Orientales (sí, son Alpes) tenía que pasar lo mismo.
La Ronda Sella y en general Dolomitas son un «sin palabras». Le Corbusier, uno de los más famosos arquitectos del siglo XX, los definió como “la más bella obra arquitectónica del mundo”. De hecho, las Dolomitas ofrecen un panorama magnífico: montañas hechas de muros de roca, glaciares, sistemas kársticos, picachos altísimos, torres y pináculos; montañas incisas por los agentes atmosféricos, donde se mezclan la cultura italiana, la alemana y la de la comunidad autóctona ladina.
Dolomitas toman su nombre del geólogo francés Dieudonné Dolomieu D que descubrió las propiedades de la dolomía, una roca caliza riquísima en mineral dolomita, presente en esta cadena montañosa.
La dolomía da a las montañas un color particular: el blanco (motivo por el cual se denominan también “Montes pálidos”), sin embargo, al amanecer y sobre todo al ponerse el sol, esta zona asume un color que va del rosado al rojo fuego, es el fenómeno llamado “enrosadira”.
Dolomitas es ésto, y mucho más.. pero lo mejor, verlo en directo.
Foto: A. Epelde/Ziklo Team
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Los Pirineos me han dado y enseñado mucho. Toda mi vida ha estado directa o indirectamente ligada a ellos. Nací en sus límites a orillas del mar, donde pierden altura para desaparecer en la profundidad de los mares, sin embargo mis orígenes me llevan directamente a su interior. Muchos de mis hobbies, ilusiones y sueños han vivido y viven entre la autenticidad de sus pueblos y valles y a la sombra de sus majestuosas cumbres. Es ese lugar al que siempre se que querré volver.

Llevo varios días de estar en casa, de leer, de volver a traer a un primer plano recuerdos y sueños por realizar. Casi por casualidad he tenido la suerte de volver a leer algunas historias y leyendas que nos hablan del origen de los PIRINEOS. Una de las más extendidas es una que cuenta que el origen legendario de estas montañas es fruto de una pasión desenfrenada. Con diversas variantes muchas de ellas nos refieren que cuando Hércules atravesaba las tierras del sur de la Galia para enfrentarse al monstruo hispánico Gerión, fue acogido por el rey Bébrix, padre de la princesa Pirene. El héroe se emborrachó y, bajo los efectos del vino, sedujo a la chica con falsas promesas de matrimonio. Alcanzado su propósito, el muy granuja continuó su camino, dejando a la chica abandonada en el palacio de su padre. Meses más tarde, Pirene, después de dar a luz una serpiente, huyó horrorizada hacia el bosque, donde fue devorada por las fieras. Al volver de la expedición, el héroe encontró los restos de la infortunada princesa dispersos por el bosque. Arrepentido de mala acción, los recogió y, tras darles sepultura, levantó sobre la tumba un grandioso mausoleo de piedra, bautizando todas estas montañas con el nombre de Pirene.

Está claro que desde un punto de vista científico esto no tiene el más mínimo sentido pero son historias que gusta leer de vez en cuando.

Foto: A. Epelde/ZIKLO-TEAM
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