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El otro día un lector me recordaba algo que escribí, durante el mes de enero, para la editorial del número 29.
Hablaba de la «España Vaciada» esa que ahora, casi a gritos, nos piden que la incluyamos en nuestros planes vacacionales.

Para mí no supone nada nuevo ya que los pequeños pueblos, valles, la vida rural y sus gentes, siempre han sido «ángel de mi devoción».
Me alegra este «nuevo impulso» pero a la vez me entristece ya que nos acordamos de todos estos sitios como plan B, ahora que estamos viviendo una situación complicada y hacer lo que teníamos pensado se ha puesto más difícil.
Si todo esto sirve para que ese plan B deje de serlo y estos destinos se conviertan en una opción preferente, habremos salido ganando.

Estas eran algunas de las frases de aquella editorial…

La “España vaciada” ha estado muy ligada a mi vida ciclista y reconozco que me ha dado muchas cosas buenas.
En nuestros viajes para reportajes, siempre hemos sido de los de alojarnos en lugar recónditos, tranquilos, evitando en la medida posible las ciudades. En esos sitios, nos sentíamos mejor y creo que además nos ayudaba a dar más personalidad al reportaje.
Gracias a la bici he conocido buena parte de España y me alegro de ello. He podido conocer lugares increíbles y a sus gentes.
Personas, lugares y experiencias que hay que cuidar y no podemos dejar que se pierdan y que además pueden darnos muchas lecciones En la vida, ser un poco más humildes y dar valor a lo que somos y tenemos, puede ayudarnos mucho más de lo que creemos. Ver, oír, escuchar y aprender… así de sencillo.

 

Foto: A. Epelde/Ziklo