Podría ser perfectamente una pregunta de Trivial: ¿Cuántos ciclistas españoles han ganado un Mundial en ruta en la máxima categoría?
Supongo que muchos ya tendréis la respuesta, otros empezarán a echar la vista atrás y dudarán, harán sus cálculos. Valverde está claro, su victoria es muy reciente. Es posible que si el encuestado no es muy joven se acuerde de alguno de los mundiales que ganó Freire (fueron 3 en total). Pese a que han transcurrido ya 25 años, los que presenciaron en directo los campeonatos del mundo de Duitama en Colombia recordarán el arcoíris de Olano, maillot que todavía hoy en día genera agrias discusiones entre no pocos aficionados. Algunos se quedarán ahí. Otros pensarán sin estar del todo seguros, que en su día Indurain o Perico seguro que también ganaron el mundial y quizás su respuesta sea 4 o incluso 5. Los primeros habrán acertado si no se va más allá en la pregunta y se pide también los nombres. Pero lo cierto es que el póker de corredores que han tenido el honor de vestir tan preciada prenda no se completa con Indurain (lo hizo en CRI), Poblet, Ocaña o Juan Fernández, sino que se redondea con el invitado que tan amablemente nos ha atendido en la jornada de hoy y que no es otro que Igor Astarloa (Ermua, 1976).
El campeonato del Mundo de 2003 en Hamilton (Canadá), ¿es tu mejor victoria?
Sin duda alguna.
¿Qué recuerdas?
Llegaba bien a la cita, pero no tenía la sensación de estar en la mejor forma de mi vida. En otras carreras he llegado con mejores sensaciones. La carrera estuvo descontrolada en su parte final y eso me benefició. Paco, habla del seleccionador nacional (Antequera), nos dio libertad a mí y a Valverde, estando por supuesto siempre pendientes de lo que Óscar (Freire) dijera. A falta de dos vueltas este nos dijo que jugáramos nuestras bazas, que no se veía súper, y que estando muy vigilado frenaría a los rivales dentro del grupo. Intentaría aguantar y retener a gente en el pelotón y, llegado el caso, el sprint sería su baza, pero que no estuviésemos pendientes de él.
Y te moviste.
Así es, hice un movimiento lejano que me permitió ganar. En un campeonato del Mundo nunca sabes cuál es el ataque bueno. Es una carrera atípica que al correrse por escuadras nacionales hace extraños compañeros de equipo. El que durante toda la temporada es tu compañero puede pasar a ser rival, y el que es tu rival puede ser tu aliado y compañero. Eso a veces provoca extrañas alianzas y compañeros que no son tales.
Ahora que lo dices, esa reflexión nos la han hecho algunos de los protagonistas que hemos entrevistado.
Lo entiendo perfectamente. Hubo un tiempo en el que acudir casi era un castigo. También ha habido tiempos muy buenos de comportarse como un bloque y otros de ir cada uno a hacer su carrera y su guerra. Es una carrera muy especial.
Y el maillot que otorga también es muy especial.
Así es. Quizás el maillot más deseado en el pelotón profesional. No digo que el amarillo del Tour o el rosa del Giro no sean codiciados y muy deseados, pero solo los vestirás mientras dure la carrera. El arcoíris de campeón del mundo lo lucirás durante todas las carreras en las que participes durante el año en que seas el vigente campeón.
Y además en tu caso ocurrió algo insólito, lo luciste con tres equipos distintos. ¿Cómo fue eso?
Es cierto. Lo lucí con Saeco en el 2003 en las últimas carreras de la temporada. En la temporada 2004 lo vestí con dos equipos distintos, Cofidis y Lampre, porque me vi obligado a cambiar de aires a mitad de temporada.
Luego me cuentas el motivo cuando vayamos a las clásicas de primavera de aquel 2004, en las que estabas a tope de forma, ganas y moral. Si te parece, empezamos ahora por repasar tu carrera profesional, lo lógico habría sido empezar por ahí, pero entiéndenos a Javi y a mí, no todos los días se entrevista a un campeón Mundial (risas)
Claro, adelante.
Tu carrera está ligada a equipos italianos, ¿por qué?
Es cierto. Tras mi temporada en el campo aficionado de 1998 en la que disputé el Mundial amateur de Valkenbourg, el que ganó Basso, ningún equipo nacional quiso ficharme y fíjate que había unos cuantos en aquel tiempo.
Pero para estar en la selección nacional de tu categoría tenías que ser de los mejores corredores del pelotón aficionado.
Así lo creo; tenía 9 victorias ese año: 8 victorias parciales y la general de la Vuelta a Valladolid. Además de muchísimos puestos entre los 10 primeros. Tras el mundial no me salía nada y fui a correr la última carrera de la temporada que se hacía en Montjuic tanto para profesionales como para aficionados. La gané en mi categoría. Álvaro Pino habló conmigo para llevarme con él, pero al final no pudo hacer nada.
Total, que termina 1998 y no puedes dar el salto a profesionales.
Nadie es profeta en su tierra. Quizás un corredor de mis características no era interesante para los equipos españoles. No lo sé. La salida natural hubiera sido pasar con Euskaltel al ser yo un corredor de casa, pero en aquel tiempo había una guerra muy fuerte entre Sabino, responsable del equipo aficionado Baqué y Madariaga responsable del Euskaltel. Este último no cogía a nadie de Baqué hasta que casi se vio obligado a hacerlo con Iban Mayo. Acudí donde Anton Ormaetxea del CC Eibarrés y que tenía contacto con equipos italianos para que me echara un cable. Se movió y me dijo que tenía algo, pero suponía seguir otro año en la categoría de aficionados.
¿Otro año más habiendo corriendo incluso el Mundial?
Sí, fue duro. Bruno Leali iba a crear un equipo aficionado y allí me fui en busca de una oportunidad. Recuerdo que vino a recogerme a Milán y de allí cogimos el coche para ir a la zona de Lago di Garda con la familia Zanni que me acogió y a día de hoy son mi otra familia.
¿Cómo se llamaba el equipo?
Calcestruzzi Saretina. Era un equipo de poco nivel. Fíjate que empezamos la temporada en febrero y para el 15 de abril solo quedábamos 6 porque 9 lo habían dejado.
Pero no te fue mal.
Corrí 47 carreras acabando 35 de ellas entre los 10 primeros.
¡Vaya, no está mal! Ganarías muchas carreras.
Pues no te creas, ese ha sido mi problema durante toda mi carrera deportiva. He sido un corredor muy regular, de hacer buenos puestos, pero que ha ganado poco.
¿Y a qué lo achacas?
Fácil: a mi falta de potencia. En el sprint final movía el 12, pero no el 11, y esa es la diferencia entre ganar y no ganar.
Pero meterías también el piñón del 11.
Meterlo claro que lo metía, pero una cosa es ponerlo y otra moverlo como hay que hacerlo.
Entiendo, y otros sí lo mueven.
Ya lo creo. Mira Bettini que no levanta tres palmos del suelo, pero vaya sí movía el 11 en un sprint. Otro también con una potencia descomunal para esos metros finales era Freire.
Recuerdo una Tirreno, ahora que lo comento, que tras un repecho me veía ganador, iba a ganar la etapa por delante de Bettini y de no sé de dónde en los últimos metros apareció Freire de la nada y me superó.
¿Por qué recuerdas esa Tirreno Adriático con tanta nitidez?
Es que hice 4º en la general.
¿4º en una Tirreno?
Es que la etapa de montaña se suspendió por la nieve.
¡Ah, vale! (risas).
Hice varios segundos puestos y esa etapa la tengo grabada a fuego con Óscar y él también, porque todavía a día de hoy se cachondea y me la recuerda.
¿Por?
Hizo un esfuerzo sobrenatural y acabó vomitando en la cuneta. Y claro fui yo y le dije: «Serás c….., para una que voy a ganar a todos y me tienes que ganar tú, y mírate ahora».
¡Vaya amigos que tienes!
Y que lo digas, pero es que Óscar, ahí donde lo ves, en carrera era súper-competitivo, con una visión increíble de la carrera, habilidad para buscar su espacio donde no lo había y ganar sprints solo sin ayuda de nadie.
Veo que sigues teniendo mucha relación con él.
Muchísima. Hemos coincidido mucho. Es el tío más despistado del mundo. Mira que la víspera de ganar su segundo mundial en Lisboa en 2001 lío una muy gorda.
Cuéntanos.
Salió a entrenar porque había llegado el último a la concentración y la víspera por la tarde se fue a dar una vuelta en bici. Se perdió, y no llevaba móvil, ni sabía el nombre del hotel, ni nada de nada. Acabó cogiendo un taxi y dando vueltas por toda la ciudad. Apareció a las 9.30 de la noche la víspera de la carrera y todos estábamos preocupados de dónde andaba.
Y pese a todo, ganó al día siguiente.
Así es: pese a todo, ganó. Ese es Óscar.
Has comentado la frase “para una vez que voy a ganar a todos” ¿Qué quieres decir con eso?
Pues eso mismo, que siempre ha habido alguien que me ha ganado. Ganaba a gente, pero siempre había alguno que me superaba, y cuando a ese que me había superado aquel día le ganaba en otra etapa, llegaba un tercero y me impedía ganar en la siguiente ocasión.
Vamos a centrarnos entonces en tus carreras. Digamos que has sido un corredor de etapas concretas o pruebas de un día.
Sí, por mis características es donde mejor me he desenvuelto.
Las grandes vueltas: por tu trayectoria te decantarás por el Giro antes que el Tour.
Sí, y además es que el Tour no lo corrí nunca.
¿Nunca? ¿Cómo es eso? ¿No te da pena?
Pues si te soy sincero, sé que dicen que el carnet de corredor te lo dan en París al acabar el Tour. Pero a mí el calor no se me daba bien, y bajaba mucho mi rendimiento. Soy profesional y tengo que mirar por sacar el mejor resultado posible; así que, la verdad, enfocaba mi temporada a aquellas pruebas donde podía obtener mejores resultados. No estaba para regalar ni gastar energías que luego necesitaría.
Así que mejor entonces el frío.
Tampoco (risas). No soy un belga de esos que te dicen que con 0° hay que ir sin guantes. Soy de chaleco fino, manguitos y 8 graditos. Ahí me desenvolvía perfectamente.
Pues esas son las condiciones ideales para correr la Itzulia (País Vasco), la carrera más importante de las que se corren en casa.
Cierto. Ese sí que es mi gran lunar: no haber ganado ninguna etapa en la Itzulia. Ya te he dicho antes que nadie es profeta en su tierra. Llegué a vestir el maillot de líder y hacer 3 veces segundo, pero es lo que te decía, siempre hubo alguien que me superó. Una vez fue Rebellin, otra Garzelli, y la otra Vicioso.
No son ningunos tuercebotas.
Claro que no lo son. El día que ganaba a uno de ellos, otro me superaba y viceversa.
Veo también que en la gran clásica que se corre en casa, la de San Sebastián, también le pegaste al palo
Sí, ahí me supero Jalabert.
¿Jalabert?, ¿Y ese quién es? (más risas). ¿Qué me dices de las Grandes clásicas? ¿Las has corrido todas?
Con excepción de Roubaix, por razones obvias, te diría que sí.
Milán – San Remo.
Creo que mi mejor puesto fue un 6º, pero la vez que más cerca me vi de poder ganar fue una en la que acabé 9º y ganó Pozzato, que me cogieron arriba del Poggio. Es una carrera muy complicada. Se suele formar una escapada temprana, no muy numerosa y a la que se le da mucho margen. Se les deja engordar para luego cazarlos sin piedad. Es una locura; no se llega a apreciar en televisión lo que pasa allí dentro. A veces da miedo. Depende cómo sople el viento las velocidades que se alcanzan en los kilómetros finales son increíbles. Un pelotón por esa carretera de la costa, sinuosa, a mil por hora, ¡buf! Da verdadero miedo si lo piensas y la tensión que se vive te llega a agotar, tanto o más que la propia carrera, que no es poca cosa con sus 300 km.
Tour de Flandes.
Solo la corrí una vez, el año que vestí el maillot de campeón mundial. Se corre antes de País Vasco y el equipo y yo queríamos hacerlo bien en casa. Me hubiera gustado hacerla más veces. Me gustó y no se me hubiera dado del todo mal para un corredor de mis características. La única que corrí creo que hice el puesto 35. Hay que correrla más veces para coger experiencia y saber dónde hay que gastar energías y dónde reservarlas.
Las Ardenas, esas tenían que ser tus clásicas.
Y lo fueron, de hecho, gané una, la Flecha Valona.
Cierto, una gran victoria sin duda. ¿Cómo fue?
Pues me escapé de lejos en un grupo del que fue cayéndose gente y en el muro final pude ser el mejor de los que estábamos.
Lo que está claro es que el pelotón cuando fue permisivo contigo, no perdonaste. Quizás por eso no te dejaron irte solo muchas veces.
Puede ser. Sin ser el más vigilado, está claro que siempre tenía gente que estaba pendiente de lo que pudiera hacer; pocas veces gocé de la permisividad del pelotón.
Amstel Gold Race.
Me gustaba. Son subidas cortas y la carrera acababa haciéndose dura. Hubo un año que hasta disputé el sprint final, pero solo pude hacer 7º, que creo recordar es mi mejor puesto.
Lieja-Bastogne-Lieja.
11º es mi mejor puesto. Se me acababa haciendo demasiado dura. Los puertos eran ya más largos y el desnivel acumulado final es muy alto. Por algo es la reina, la Decana.
Lombardía.
Esa se me hacía pelota. Final de temporada y alguno de los puertos que se pasan son largos y duros. Recuerdo que cuando se disputaba la Copa del Mundo de las Clásicas llegué con opciones de ganar la general de la misma. Era una carambola muy complicada la que se tenía que dar, pero tenía mis opciones. Llegué a escaparme con Bettini, Kessler y Bartoli, pero me quedé sin fuerzas en la parte final.
Antes se nos ha quedado en el tintero la cuestión de tu cambio de equipo en la temporada en la que luciste el maillot arcoíris.
Es cierto. Comencé con Cofidis y a mitad de temporada pasé a Lampre. La verdad es que tuve mala suerte y ocurrió en el momento clave de mi temporada, las clásicas de las Ardenas. El problema fue que un masajista del equipo francés se vio implicado con un problema de productos dopantes y el equipo, que no quería tener problemas, decidió retirar al equipo de la competición en todas las carreras hasta que se aclarase el tema. Sucedió justo en vísperas de correr la París-Roubaix, y lo que viene después de las “clásicas de piedras” son las clásicas de las Ardenas. Estaba en muy buena forma, muy motivado con mi maillot de campeón mundial y me quedé sin poder correrlas. El equipo Cofidis se portó bien conmigo y entendieron que no podía estar parado, así que me dieron libertad para fichar por otra escuadra y así fue como recalé en el Lampre.
Ese mismo año estuviste en Atenas para disputar los JJOO.
¡Qué mala suerte tuve en esa carrera! Llegué también muy bien y con muchas ganas. No sé que hubiera pasado, pues fue una carrera que se disputó con mucho calor; pero mi prueba se acabó a los 3 km de empezar. Era una avenida muy ancha, cogí un bache y me fui al suelo. Una pena.
Alguna clásica más que quieras comentarnos.
Sí, la de Hamburgo. Se me daba muy bien e hice casi todos los puestos posibles, 2º, 3º, 4º, 7º…
Todos menos el primero.
Exactamente, de nuevo me faltó rematar.
Habiendo corrido con tantos especialistas y tan buenos, en carreras de un día, si tuvieras que quedarte con uno, con quién lo harías.
¡Buf, qué pregunta más difícil! He corrido con muchos y muy buenos, y cada uno quizás en su terreno, pero si tuviera que decantarme por uno sólo, te diría Paolo Bettini. No solo ganó prácticamente todas las grandes clásicas, sino que fue dos veces campeón mundial y también fue campeón olímpico en los JJOO de Atenas. Casi nada.
Si tuvieras que mencionarme algún otro corredor.
Sin lugar a dudas Marco Pantani, con el que tuve el honor de compartir equipo cuando por fin pasé a profesionales en el año 2000 con el Mercatone. Pantani es un mito y, llevado a aquellos años en Italia, algo que no se puede explicar con palabras. Un personaje que traspasa el deporte, va mucho más allá de ser un ciclista o un deportista, como os digo. Hoy en día es una leyenda.
Repasada tu carrera, ¿a qué se dedica Igor Astarloa ahora?
Hago cosas todas relacionadas con la bicicleta. Hoy, por ejemplo, vengo de hacer fotos para la marca Spiuk, regento también una pastelería en Ermua y durante el año suelo trabajar para RCS, prueba que organiza el Giro de Italia y otras carreras importantes del World Tour, como el Tour de los Emiratos, la Strada Bianche, la Tirreno, Milán-San Remo, Milán-Turín, Piamonte y Lombardía.
¿Y cuál es tu función?
Marco Velo, antiguo compañero mío de equipo en el Mercatone, (sí, le recordamos perfectamente como un hombre de confianza de Pantani). Exacto. Pues Marco contactó conmigo sabedor de mi afición por las motos. Me dijo que necesitaba un piloto para ser regulador en esas carreras que te he mencionado.
¿Regulador?, ¿qué es eso?
Son motos de la organización que justo abren y cierran la carrera, y regulan el tráfico de la misma como si de unos municipales se tratara. Delante voy yo con Velo y detrás va Bontempi.
¿Cuál es vuestra función?
Pues vamos justo delante del pelotón y avisamos de todo al instante, de cualquier cosa que pueda suceder segundos antes de que la cabeza de carrera pase por ese punto. La policía va más alejada y entre ellos y el pelotón suele haber espacio. Nosotros digamos que vamos pegados. Conectados con Radio Vuelta, conectados entre nosotros y con otros motoristas. Somos la última moto que entra en meta; ni siquiera los equipos pueden hacerlo pues son desviados antes.
Eso generará momentos de tensión.
Ni te imaginas, sobre todo si llueve y el pelotón viene compacto y va a disputar un sprint. El organizador quiere que la moto la lleve gente que haya corrido. Fíjate que yo, cuando bajo un puerto, trato de hacer la trazada que hace el ciclista, hacerle un poco de guía.
Será emocionante.
Hay de todo. A veces hay etapas largas y sosas y con mucho calor en el sur de Italia que casi nos dormimos con toda la ropa que llevamos del calor que pasamos, pero hay otras veces que la tensión es terrible. ¿Recuerdas la etapa de Bardonecchia del Giro de 2018 donde Froome dio un vuelco en la general?
Sí, claro.
¿Te acuerdas de que hubo una caída en un túnel bajando Sestrieres?
Ahora que lo dices sí, se cayó una moto delante de Froome cuando iba escapado.
Pues ese era yo. Al entrar al túnel habían reasfaltado el mismo, pero no habían igualado las alturas y la entrada al mismo era en curva. Al tumbar la moto, esa diferencia de alturas hizo que fuéramos al suelo.
Menos mal que Froome no se fue con vosotros.
Pues creo que le ayudamos porque vio la caída y frenó más de la cuenta. Tuvo tiempo de reaccionar y solucionar un problema y un peligro que había en la carretera y que a veces pasa desapercibido.
¿Sigues saliendo en bici?
Sí, me gusta hacerlo y cuando puedo y el trabajo me lo permite lo hago. Me gusta disfrutar y hacer ciclismo con alforjas y andar a mi aire. He recorrido la costa este de Australia y Costa Rica, y la verdad es que la experiencia me encantó.
Casi a las 7 de la tarde – ¡qué rápido pasa el tiempo cuando un está a gusto- nos levantamos de la silla. No nos vamos sin que Igor nos muestre en su casa dos tesoros: el maillot arcoíris de campeón del mundo que le dieron cuando ganó el Mundial. El original, el que va sin publicidad y te entregan en el pódium. Junto a esa preciada prenda, cuelga de la pared la bicicleta con la que corrió esa carrera. Ha envejecido muy bien la Cannondale del 2003, luciendo preciosa y con una geometría que nada tiene que envidiar a las bicicletas actuales. Lo que sí que han cambiado son los piñones: la corona más grande de la Cannondale no será superior al 23; quizás ni eso y sea un 21. Esa pregunta se nos quedó en el tintero, pero a buen seguro que podremos volver a preguntarle por ello, porque la sencillez y amabilidad con la que nos ha atendido en todo momento y desde que contactamos con él, son dignos de mención. Gracias, Igor, y en adelante estaremos muy atentos al Giro y a la moto que abre la carrera. Ahora ya sabemos quién la pilota: todo un Campeón del Mundo.
Por Rubén Berasategui
Fotos: Andoni Epelde y Javi Fuertes