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UNA TARDE EN UHARTE-ARAKIL

Por Ruben Berasategui

Fotos: Andoni Epelde

 

 

Tengo varios amigos ciclistas y de diferentes círculos y lugares que siguen muy de cerca las categorías inferiores del mundo ciclista, algunos porque tienen hijos en ellas y otros por simple afición. Desde hace algún tiempo el nombre de Igor Arrieta es uno de los más repetidos en nuestras charlas y conversaciones. Al comienzo se referían a él por el apellido, Arrieta, añadiendo que era el hijo de José Luis, con una amplia y larga trayectoria en el campo profesional.

Desde ZIKLO pensamos en un reportaje distinto para ellos, tratando de entrar menos en lo deportivo y buscando una relación familiar entre ambos protagonistas. José Luis, que corrió con Indurain primero, con Zülle después y más tarde con Valverde, merece una entrevista aparte sobre su carrera como ciclista y su posterior prolongación como director deportivo. Seguro que tendría muchísimas cosas que contarnos.

Su hijo Igor, con 19 años recién cumplidos este mes de diciembre en que realizamos la entrevista, es a día de hoy uno de los ciclistas más prometedores del panorama nacional. Debutará en 2022 en profesionales con el equipo KERN PHARMA y, pese a su juventud, todo apunta a que está preparado para dar el salto a la máxima categoría. Podíamos haber repasado con él sus inicios y los impresionantes resultados que ha cosechado sin ir más lejos esta misma temporada, donde con 18 años ha competido en categoría sub-23 logrando importantes triunfos y unos resultados que han llamado la atención. Tampoco ha sido ese el propósito de nuestra visita a Uharte-Arakil, y esperamos y deseamos tener que regresar dentro de unos años a profundizar en los excelentes resultados de Igor en la máxima categoría del ciclismo profesional.

Quedamos el día 30 de diciembre, a primera hora de la tarde, en las tranquilas y solitarias calles de Uharte-Arakil, localidad donde residen. Es curioso: José Luis, el padre, nació en San Sebastián y vivió años en Rentería. Pensaba que era navarro de nacimiento pero, como luego nos explicará él mismo, lo fue de adopción. El azar o las circunstancias trajeron a la familia a este tranquilo pueblo navarro: aquí se asentaron y aquí viven.

Uharte es la localidad de inicio de una de las ascensiones más impresionantes que hay en el País Vasco y Navarra: la del Santuario de San Miguel de Aralar. La vertiente clásica, la de siempre, nace en Lekunberri y es más amable. Todos conocemos la que parte de Uharte como la del hormigón, la dura, y es que tiene números y rampas más que respetables. En estos últimos años la Vuelta a España la ha incluido en su recorrido. En 2014 acabó arriba y el control entre los favoritos lo aprovechó un jovencísimo Fabio Aru para llevarse la victoria. Volvió a subirse en la edición de 2020, pero esta vez no finalizó en el alto, sino que lo hizo en Lekunberri. Marc Soler se anotó su primer triunfo en una gran vuelta atacando en el descenso del puerto a un pequeño y selecto grupo que había coronado por delante y donde se encontraban los favoritos.

Igor la conoce bien. Mientras nos dirigimos a ella para tomar unas fotos le preguntó en cuánto tiempo suele subirlo entrenando. Me responde que unos 40 minutos. Es curioso, porque para lo dura que es esta vertiente no ha producido muchos ataques o movimientos cuando se ha pasado en carrera. “Es que depende de cómo sople el viento te puedes pegar con un muro. Si lo tienes de cara, es muy difícil moverse o irse solo” -me añade como buen conocedor del puerto y de la zona.

Igor, de entrada, llama la atención. Está muy fino y transmite mucha fuerza. Está a la espera y con ganas de probar la nueva equipación y bicicleta que en breve le suministrarán. “Es un apasionado del material, le interesa todo desde pequeño” -nos comenta su padre.

La sesión de fotos es siempre un buen momento para romper el hielo con el protagonista previo a la entrevista que vendrá después. Ya tiene más o menos definido su calendario de la primera parte de la temporada y un brillo de ilusión aparece en sus ojos. El brillo del que debuta en la máxima categoría. En breve marcha al Mediterráneo para concentrarse con el equipo, recibir material y ultimar el inicio de la temporada. Su padre no dice nada: se intuye orgullo y satisfacción por el hijo, pero también mucha calma y cautela. Sabe mejor que nadie lo que le espera: lo ha vivido, como corredor primero y como director después. El pelotón mundial acoge a los mejores ciclistas y tendrá que hacerse su espacio y labrar su propio camino.

A nuestra pregunta de qué carrera le gustaría ganar, nos responde antes José Luis que su hijo: “La primera”. La respuesta es más profunda de lo que parece y viene a decirnos a nosotros y a Igor, que visualizar una victoria en el Tour o en una clásica es muy sencillo, pero que hay que ser muy realistas de dónde nos estamos metiendo, y que ganar es algo muy complicado y difícil. Él lo sabe bien, pues solo dos veces pudo levantar los brazos en profesionales: una etapa en la Vuelta a Asturias y otra en la Vuelta a España. Y como director ha visto a muchos corredores muy prometedores que daban el salto tras carreras brillantes y que luego no terminaban de destacar o refrendar lo que prometían. Se define a sí mismo como un corredor de equipo, y sí que lo fue. De esos cuyo trabajo a veces pasa desapercibido para el gran público.

El hijo viene apuntando fuerte y está acostumbrado a ganar. Desde siempre ha tenido ese instinto, si bien luego nos confesará que tiene que mejorar su sprint en grupos pequeños, por lo que muchas de sus vitorias son en solitario. Ver su palmarés en categoría sub-23 no es cualquier cosa. Con 18 años lo normal suele ser tratar de hacerse un hueco en la categoría y quizás pegar uno o dos chispazos con suerte. No ha sido el caso: muchos triunfos y algunos de llamar la atención como proclamarse campeón nacional de contrarreloj en categoría sub-23 o hacer 2º en el Memorial Valenciaga, prueba muy importante en el campo aficionado y de gran prestigio. Que Igor suba bien no es de extrañar con el físico que tiene, pero un resultado así contra el crono significa muchas cosas más. Viene de hacer hace una semana 4º y primer sub-23 en ciclocross y eso que estaba un poco oxidado y torpe, como nos confiesa más tarde. Le gusta la bicicleta y por lo que vemos sus distintas disciplinas, no solo la que aparentemente se le tiene que dar bien.

La tarde de finales de diciembre se está poniendo y bajamos de Aralar a la casa familiar donde amablemente nos atenderán. Ponemos la grabadora en marcha porque este reportaje y con este enfoque es cosa de Juanto, que no ha podido ser hoy de la partida pero al que cedo el testigo y procedemos a preguntar según el guion que él mismo nos ha preparado. Te leo, Juanto, todo tuyo.

 

 

De casta le viene al galgo

Por Juanto Uribarri

 

Un pueblo navarro

Ponerle nombre y sentimientos, ponerle afectos a la vida, es condición sine qua non para, precisamente, poder vivir. Y esos afectos, esos sentimientos, tienen muchas veces, la mayoría, nombres de personas, de esas con las que hemos compartido tan buenos momentos que a ellas debemos algunos de los más bellos chispazos de felicidad que aún hoy nos siguen acompañando. Pero otras veces los afectos nos dirigen a un sitio concreto, a un lugar que, aunque vivamos lejos, llevamos en el corazón. Es lo que algunos dan en llamar patria, concepto que, por la estupidez humana, ha perdido su sentido original de “tierra de los padres”.

¿Y qué hace un bilbaíno hablando de Navarra en estos términos? Pues así es, en el norte del Viejo Reyno se encuentran mis raíces maternas y, quizás por eso, son numerosos los “secretos del corazón” que me encienden el ánimo al hablar de este territorio de mil contrastes.

Los “viejillos” han ido muriendo y ya no me quedan hoy familiares en la comunidad foral, pero a lo largo de los años he ido conociendo a muchos navarros de los que hoy presumo de contarles entre mis buenos amigos. Y muchos de ellos son ciclistas, claro.

No es este aún el caso de los dos personajes que voy a intentar presentaros a continuación y el motivo es uno que seguro os sonará: el día da para lo que da y los días navideños son una época muy complicada para alejarme de mi hogar. De ahí que, antes de comenzar, ya os digo que debo una visita a Uharte-Arakil para sumar dos nuevos amigos a mi lista personal.

Uharte-Arakil, en pleno corredor de la Sakana (o la Barranca), por donde el río Arakil se abre paso trazando sinuosos meandros a los pies de la mole rocosa de San Donato, que se asoma desde lo alto cual proa de un trasatlántico que estuviera surcando el amplio canal entre las sierras de Aralar y Andía. El caso es que por esta localidad siempre se pasa a toda velocidad, por cuanto la A-10 entre Vitoria y Pamplona nos hace atravesar pueblos y pueblos sin siquiera tener la oportunidad de apreciar sus mil encantos.

Y Uharte es uno más, como tantos otros. Por lo menos hoy en día unas cabras metálicas que adornan ambos lados de la autovía son la mejor referencia para percatarnos de que transitamos en paralelo a las vías del tren por entre las casas de este bonito pueblo. Pero para los “locos de las cumbres” como nosotros esta población tiene desde hace unos cuantos años ya un atractivo muy especial: la ascensión a San Miguel de Aralar por su vertiente más espectacular y exigente. Este puerto nos ha traído hasta aquí en varias oportunidades y hemos tenido ocasión también de disfrutar de alguna suculenta comida al acabar cada jornada.

 

Un gran ciclista

Bien, pues precisamente aquí, en estas duras rampas de Aralar, es donde mis compañeros de ZIKLO han compartido un buen rato con un padre y un hijo que son dos de los vecinos de Uharte que más han pregonado el nombre de su pueblo por todo el orbe ciclista: los Arrieta. Del “aita”, José Luis, sabíamos de su reciente partida del equipo de su tierra al que ha estado ligado durante 22 largos años en dos etapas, como corredor y como director. Pero no queríamos traerle malos momentos a la cabeza sino recordar con él lo que la bicicleta ha supuesto en su vida y los muchos ratos felices que le ha brindado.

En su despedida como corredor profesional se dijeron de él grandes alabanzas, como se hace siempre de quien se marcha de algún sitio, que parece que todos los que se van hubieran sido unos grandísimos compañeros, cosa que sabemos que no siempre es verdad. Pero si leéis entre líneas, podréis advertir que no estamos hablando de un ciclista más, por muy buen gregario que fuese. Sus coequipiers destacaron de él sus cualidades ciclistas, pero más aún las humanas, definiéndole como «un personaje sincero, discreto y generoso» y aseguraron tener «el sentimiento de haber convivido con un corredor ejemplar». Que su último director, ya en el Ag2r, Julien Jurdie, diga de él que “conseguía aliviar al equipo en los momentos difíciles, por sus conocimientos de la carrera y por su experiencia. Era apreciado por todos, y por mi parte destaco su buen humor y su amabilidad: siempre sonriente y jamás una palabra más alta que otra”, nos sitúa ante una persona con unos valores no muy frecuentes.

Y el médico de ese equipo, Eric Bouvat, nos aporta una visión algo distinta pero también muy sugerente de nuestro entrevistado: “Era un muchacho extremadamente inteligente y que sabía hacer de todo: si teníamos un problema con el autobús, se ponía a repararlo; si un ordenador no funcionaba, venía también a arreglarlo. Y siempre con una sonrisa. Alguien encantador y agradable. Fue siempre un placer para mí estar con él. Creo que todo el mundo tiene mis mismos sentimientos, y lo vamos a echar de menos. Cuando vino a despedirse al final de la Vuelta, teníamos todos lágrimas en los ojos”. Corría el año 2011 y una tendinitis le obligó a abandonar la carrera que unos años antes le había aplaudido como ganador en Ciudad Real. Dos victorias quizás no son mucha referencia para los aficionados ocasionales, pero alguien del que se han dicho tan bellas palabras de admiración y agradecimiento solo puede haber sido uno de los grandes ciclistas de nuestro país: que se lo pregunten si no al que goza de prestigio como el mayor de todos ellos, Miguel Indurain, a quien acompañó en sus años postreros.

Pero nos gustaría saber algo más de su vida. Y empieza contándonos que nació realmente en San Sebastián, como tres de sus siete hermanos: “Los tres últimos ya nacieron en Uharte, adonde mi padre tuvo que venir a montar una fábrica”. Nos añade que su “aita” también corrió en bicicleta: “Hasta aficionados o así. Hay una foto de cuando ganaste la Vuelta a Gipuzkoa en la que aparecemos los tres”. Esto último se lo dice a su hijo Igor, que está sentado a su lado y corrobora lo dicho: “Mi abuelo suele venir bastante a verme a las carreras”. Al chaval se le nota con ganas de entrar en escena cuanto antes: es lo mismo que está haciendo cuando con 19 años recién cumplidos acaba de dejar atrás su etapa de aficionado en el Lizarte para pasar a integrar la plantilla del Kern Pharma, equipo UCI ProTeam.

Pero dejemos a José Luis que nos siga contando aspectos de su vida como corredor profesional: “Como ciclista me defino como un corredor completo: ni subir, ni bajar… o sea, nada. Siempre fui un corredor de equipo. Llegué a correr 24 Grandes Vueltas: 10 Tours, 5 Giros y 9 Vueltas”. Le preguntamos por sus inicios en el profesionalismo: “Pasé en el 93 y sin darme cuenta ya estaba en el equipo del Giro, que fue el segundo que ganó Miguel. Para entonces ya había ganado 2 Tours y estaba en su mejor momento. Y, claro, al ser mi primera gran vuelta fue una experiencia brutal. La verdad es que no eres consciente en ese momento, pero fue una grandísima experiencia”.

¿Algún recuerdo especial?: “Si me preguntas por un momento especial de mi carrera como profesional te diré que las dos victorias, claro. Pero más bien me inclinaría por el conjunto: en 18 años hay un montón de cosas que guardas en la memoria. Es un poco la trayectoria y el haber estado ahí”.

De algunas carreras guarda un recuerdo especial, eso sí: “Para mí desde ese año 93 el Giro siempre ha sido la carrera más bonita. Luego, por trascendencia, está claro que el Tour es siempre el Tour: la tensión y todo lo que esa carrera supone. Lo que tiene el Tour no lo tiene ninguna otra carrera”.

Y tú, Igor, ¿qué recuerdas de tu aita en aquella época?: “No recuerdo muchas cosas de mi padre cuando era corredor. Sí de haber ido alguna vez con mi madre a verle, sobre todo al GP Indurain, y siempre solíamos ir al mismo sitio. Pero cuando mi padre se retira yo tengo solo 9 años”.

 

La saga continúa

Así fue. Como si estuviera todo programado por el destino, el mismo año en que José Luis se retira, Igor empieza su trayectoria “txirrindulari”: “Sí, fue en el 2011. Creo que yo estaba en el Tour ese año, que fue mi última temporada, y tú te apuntaste en alevines de primer año”. El relevo estaba en marcha: el apellido Arrieta iba a seguir teniendo su lugar en el ciclismo profesional.

Es Igor quien toma ahora la palabra para hablarnos de su inicios: “Mi primera bici fue una Mountain Bike y la primera de carretera, una BH». El fútbol infantil fue dejando su hueco al ciclismo hasta desaparecer de escena: «Antes, de más pequeño, jugaba al fútbol: lo típico. Y luego cuando ya empecé con la bici seguía jugando al balón. Pero cuando llegó el momento de dar otro paso, tuve que elegir entre el fútbol y la bici y en juveniles ya me volqué en la bici. Había empezado, como todos los niños de la Sakana, en el Club Aralar de Lakuntza. Allí estaba en la escuela de ciclismo con mi hermano más pequeño, Mikel, pero que no le hace caso ahora a la bicicleta”.

Damos por supuesto, viéndole ahora, que ganaría sus primeras carreras con facilidad, pero no todo fue tan sencillo: “Tendría 12 años o así cuando fui a la primera carrera. No siempre he sido ganador. En alevines me iban más las yincanas: me divertía más jugando con la bici. Fue ya más en infantiles de 2º año cuando empecé a ganar y luego, en cadetes y juveniles, seguí ganando. Y desde ahí ya, sin darme cuenta, hasta hoy”.

Queremos que nos cuente si se le ha hecho costoso el camino: “No me ha resultado difícil llegar a profesional: lo cierto es que tampoco me he dado mucha cuenta. Seguí todos los pasos por todas las categorías hasta aquí. La verdad es que en aficionados tampoco tuve muchas victorias”.

Y ese hasta aquí se ha concretado en este último año. Como nos ha contado, Igor venía de hacer muy buenas campañas en las categorías inferiores, tanto en carretera como en ciclocross. Su aterrizaje en amateurs con el Lizarte sorprendió a todo el mundo, sumando 6 victorias en la última temporada – ¡ojo!, estamos hablando de un sub-23 de primer año-: Campeonato de España CRI sub-23, general y dos etapas de la Vuelta a Castellón, Clásica de Beasain y el Campeonato Navarro en Iturmendi, más podios en carreras tan prestigiosas como el Valenciaga y la Clásica Santikruz en Legazpia. Y ha acabado la temporada sumando además el Campeonato de Euskadi sub-23 de ciclocross, solo por detrás de los “élite” hermanos Izaguirre y de Jonathan Lastra. Y en su primera competición, ya en este pasado enero con el nuevo maillot del Kern Pharma, ha repetido ese 4º lugar absoluto tras los mismos rivales.

En ambas formaciones ha tenido siempre como mentor a un gran amigo de ZIKLO, Juanjo Oroz, que nos dijo de él lo siguiente: “Llevo casi nueve años en esto y nunca había visto un aficionado de primer año así. Sube muy bien, contrarrelojea muy bien, tiene una visión de carrera impecable… y todo con una humildad, unas ganas de trabajar y de hacer las cosas que te impactan desde el principio”.

Vamos a poneros un ejemplo muy claro de lo que aquí decimos. El mismo día que comenzaba la Vuelta a Castellón hizo un examen de Mecatrónica Industrial de forma telemática. Por la tarde compitió, al día siguiente firmó una victoria de etapa espectacular, repitió triunfo al otro día y el domingo aguantó el liderato sin ningún problema. Todo como si no hubiera pasado nada, con la naturalidad y humildad de un chaval con las ideas muy claras.

 

 

 

Con las ideas claras

Decía Lao Tse que cualquier largo viaje empieza con un pequeño paso. Lo cierto es que los pasos que lleva dados Igor Arrieta son gigantescos y deberá hacer esfuerzos por que su propia impaciencia y la pasión vehemente de los aficionados no le desvíen de ese camino de sensatez que de momento está recorriendo a las mil maravillas. Él mismo tiene la respuesta a mano: “No me da vértigo el haber subido tan rápido: yo siempre lo he vivido así y así lo sigo viviendo. Lo tomo con respeto, pero no con vértigo. No siento presión; al contrario, creo que es una motivación para mejorar y para seguir trabajando. Quiero seguir corriendo con la misma personalidad con que lo he hecho hasta ahora y seguir siendo yo mismo, sin renunciar a lo que soy».

Son cada vez más los jóvenes nacidos a partir de la segunda mitad de la década de los 90 -la llamada Generación Z-, que han crecido a la par que la tecnología y la permanente conexión con el mundo, quienes van ocupando los puestos más relevantes del ciclismo mundial. Y es dentro de ese mundo donde han desarrollado sus cualidades, siempre apoyados en la tecnología, en sofisticados programas de entrenamiento y aplicaciones como Strava, y con pautas marcadas por expertos en bases de datos y sistemas informáticos que analizan e interpretan sus resultados haciéndoles vivir ya una vida casi profesional desde los 15 y 16 años. Son chavales con prisa por llegar a ser profesionales, con ganas de saltarse la categoría sub-23, que en España languidece.

En la conversación salen a relucir los nombres de otros jóvenes como él y el impacto que todos ellos están teniendo en el ciclismo actual: Juan Ayuso, Carlos Rodríguez, Raúl García, Iván Romeo… a quienes ya se les ha puesto el apelativo de ser el futuro del ciclismo hispano. ¡Ay, las prisas!

José Luis nos da su punto de vista: “En todas las etapas ha habido así como ciclos de gente que viene más prematura y este puede ser un momento de esos. Pero pienso que va por ciclos. Ahora hay una generación, la de Igor o un año más que Igor, que son chavales que se les está viendo que tienen algo y por eso han pasado más pronto. Pero no sé, tampoco creo que hayan hecho nada diferente que cualquier…”.

Arrieta Jr. le corta: “Pues yo no creo que haya hecho nada diferente de lo de cualquier amigo que después ha dejado la bici. Sí es verdad que en juveniles ya salíamos con la selección a correr alguna carrera fuera y eso te viene bien. Pero no lo he vivido de manera forzada. ¡Hombre!, es verdad que al final el ciclismo es un deporte en el que tienes que sacrificar cosas. Pero yo he seguido las etapas normales: cadetes, juveniles, aficionados. Y ahora he subido a profesionales. Porque desde que empecé siempre había querido llegar a profesional: era mi sueño desde cadetes y pensaba que algún día llegaría. Aunque de momento sigo estudiando y a ver si acabo este año Mecatrónica Industrial”.

Y hasta lo de la tecnología lo relativiza un tanto, eso sí, sin quitarle la importancia que tiene para su evolución: “Antes, en cadetes, más que lo de entrenar con vatios nos preocupaba la cadencia. Con los vatios no empezamos hasta juveniles de 2º año. Nunca me he obsesionado, por lo menos entonces, con estos temas: llegaba a casa y miraba los datos, pero sin más. Y no me comparaba con el resto. Además una cosa son los entrenamientos y otra las carreras, en las que prefiero guiarme por las sensaciones, porque las circunstancias en carrera siempre son cambiantes y hay que saber adaptarse en cada momento”.

Bueno, la verdad es que tampoco tenemos que sorprendernos tanto de progresiones tan veloces, porque el mismo Indurain, del que se dice que se le retuvo hasta los 27 años antes de ir a por la victoria en el Tour, en un tiempo en el que solo se hablaba de esperar y esperar y de tener paciencia con los chavales, nos lo dejaba bien claro en una charla hace un tiempo: “¿Paciencia? ¡Si yo pasé a los 20 años recién cumplidos y a esa edad ya fui maillot amarillo en la Vuelta del 85!”.

José Luis lanza una oportuna explicación al asunto que nos ocupa: “El nivel de las carreras sub-23 en España no es muy exigente. Falta competencia a nivel internacional, por lo que muchos equipos han decidido pasar a juveniles a profesionales porque ven que tienen ya un nivel que les permite competir en profesionales”.

Pero Igor añade un punto más, y muy importante, a tener en cuenta al hablar de evolución de un corredor: “Y luego hay que tener suerte, porque una mala caída o un año malo… Hay que tener cuidado”. Está bien que lo recuerde porque solo una cosa es más dolorosa que aprender de la experiencia, y es no aprender de la experiencia.

 

En familia

Suelen decir que la familia es la brújula que guía nuestro camino, la inspiración para caminar hasta lo alto de la montaña y el mayor consuelo cuando algo sale mal. Estamos seguros de que Igor ha tenido ocasiones frecuentes de comprobarlo. Nos lo confirma: Sí influye, claro, el tener un padre ciclista, porque en casa siempre estaba presente la bici a todas horas. Pero no era solo por casa, porque cuando yo veía ciclismo siempre me gustaba, aparte de lo de mi aita”.

Nuestro protagonista ha tenido la enorme suerte de tener un padre que ha sabido aconsejarle en todos y cada uno de sus progresos en el ciclismo y en la vida: no todos los padres tienen la oportunidad de educar a su hijo siguiendo sus propios pasos. Como muchos de los chavales que se inician, lo hacen compartiendo salidas y kilómetros con sus “aitas”, algo que parece que hoy en día continúa siendo así, por lo que nos cuenta Igor: “A veces sigo saliendo con aita y más ahora que se ha comprado una bici eléctrica. En invierno no mucho, pero en verano sí solemos salir”. “Ya sabes que eso de pasar frío y mojarme no me va” –le salta el aludido.

De todas formas el mérito de la preparación para la vida de que Igor se está beneficiando ahora, tiene más nombres propios. Ya hemos mencionado al abuelo, que sigue acompañándole a las carreras, pero por detrás están también sus tíos, como Ángel, el dueño de Arri Bici, que es quien le pone a punto las bicicletas.

Con una tienda en casa no es de extrañar que el material ciclista sea una de sus pasiones: “Me gusta ver el material. Y si sale algo nuevo le pregunto a mi tío, que me deja probarlo”. Ahora es José Luis quien mete baza: “El material sí parece que influye. ¿Os acordáis de aquellas ruedas que llevaba Amstrong y no llevaba Contador? ¡Habría que ver qué rueda sería! Porque aunque los cicloturistas no lo notéis, sí hay diferencias en el material: al final todo hace. Mira cómo van las bicis ahora. Si coges una buena bici, como las Dogma o las Specialized, ¡vaya si se nota! Y los grupos se notan, las ruedas se notan. Te acostumbras a las Bora y pocas ruedas hay que te den ese rendimiento, esas prestaciones. Es una rueda ligera, es aerodinámica, rueda bien. Parece que tiene que ser fácil copiarlas, pero no: ese rendimiento no lo tienen otras”.

Y nos cita por vez primera el ejemplo que todos estábamos esperando por su cercanía a nuestro interlocutor: “Al «Bala», por ejemplo, no le veías quitar las Bora 50 a pesar de ser de perfil alto. Ni siquiera la de 35: él es de la de 50. Le da igual llevar un poco más de peso, pero con esas ruedas siempre. Los cuadros ahora también se notan mucho: te pones agachado y el que lleva un buen cuadro va más que tú y sin dar pedales. Y en contrarreloj se nota aún más si no tienes una bici buena”.

Hemos hablado del aita, del tío, del abuelo, y nos falta aún la más importante, la que siempre está en casa como referencia principal de la familia Arrieta: “¿Que cómo lo llevan en casa que estemos todo el día por ahí en la bicicleta? Bueno, pues Itzíar ya me conoció así y ya sabe cómo soy y cuál es mi vida. Ahora estaba un poco más tranquila y nos tenía más en casa, pero la historia se repite. Tengo que reconocer que ha sido ella la que ha estado más pendiente de Igor. Yo de director estaba mucho tiempo fuera y a ella le ha tocado llevarle y traerle a todas las carreras. Y Mikel también nos ha conocido así”. Siempre viene bien recordar que la cantidad de tiempo no es tan importante como el tiempo de calidad con tu familia. Y en casa de los Arrieta también habrá sus más y sus menos, como en todas las casas, ¿verdad?, pero estamos seguros de que Igor sabe apreciar todo lo que les debe y algún día les dirá: Gracias, familia, por darme siempre alas para volar, raíces para volver y razones para quedarme”. Porque seguro que tus aitas te han hecho sentir que Louis Pasteur les daba la razón cuando han intentado seguir contigo y con Mikel el consejo que el científico francés nos dejó a todos los padres hace mucho tiempo: No les evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida; enseñadles más bien a superarlas.

 

Motivos para la esperanza

Los aficionados al pedal y a las carreras nos conformamos con mirar los resultados de un corredor para hacernos nuestra valoración personal sobre su futuro. Y, claro, los que destacan, como en casi todo en la vida, son solo los vencedores. Pero un buen profesional sabe cuáles son esos chispazos que definen a un buen corredor: “¿Que cuándo empiezo a darme cuenta de que Igor puede llegar a profesional? Pues mira, cuando va con la selección española a la Gante-Wevelgem junior del 2019. Es la primera vez que pisa adoquines y acaba 10º. Y a los pocos días salimos a verle en la París-Roubaix y le vimos salir en el carrefour de l’Arbre, a falta de 12 sectores, ¡y salía ya con los 15 primeros! Aunque se quedó al final, ¡salía con los 15 primeros! Y dices: «¡Ostras!, del montón no es». Hay que seguir creciendo y seguir entrenando”.

Igor le escucha con atención, si bien parece que él no lo vivió así: A mí el cambio de chip, más que en la París-Roubaix o en la Gante-Wevelgem que dices, quizás me vino en la etapa del Tour del Porvenir. Yo creo que allí llevamos un buen equipo y la pena fue que se cayó Ayuso. Y es verdad que se cayó, pero igual el líder era más Carlos. No había uno claro, pero yo le veía más líder a Carlos por cómo iba en carrera”.

Para quien no lo recuerde es bueno que sepamos qué pasó esa jornada para que Igor diga esto. Carlos Rodríguez, que empezó la última jornada a 2’18”del líder, el noruego Tobias Johannessen, rozó la proeza tras protagonizar un ataque en solitario a más de 60 km de meta. En el ascenso al col de l´Iseran demarró el granadino, que enlazó con Igor Arrieta, presente en la fuga de la jornada. Juntos fueron aumentando la diferencia sobre los gemelos Johannessen (Anders y Tobias) hasta 1’40”, obligando al líder a asumir personalmente el trabajo de caza en el ascenso al Petit Saint Bernard porque Rodríguez amenazaba seriamente su liderato. Finalmente la exhibición de Rodríguez no tuvo más premio que la victoria de etapa. El noruego salvó por los pelos el liderato y ganó esta edición con 14” de ventaja sobre el español.

José Luis interviene: “Sí, es verdad lo que dices. Ayuso llegó a su pico en el Giro y no en el Porvenir. Y efectivamente, cuando el Iseran lo coronas en cabeza con Carlos y otro, ya quiere decir algo: tú venías en la escapada y fuiste capaz de esperarles y luego ayudar a Carlos. En este momento, para arriba Igor se defiende muy bien. Después en la contrarreloj es el campeón de España de sub-23, que también quiere decir algo. Esos son los dos sitios donde igual tienes tu punto fuerte. Para esprintar, como tampoco lo has hecho, pues bueno. Pero si andas bien contrarreloj y para arriba vas también bien, ya eres un corredor completo. Y ahora toca seguir creciendo y los años que vengan pues a ver”.

Es el turno de Igor: “Yo también lo veo así. Si tengo que mejorar algo es el sprint, que siempre ha sido mi punto flojo. En juveniles la mayoría de las veces llegaba solo y no tenía necesidad de mejorar el sprint”. “Pero al sprint has ganado también”-le comenta su aita. Y responde: “Sí, pero pocas cuando llegaba en grupo, porque o me iba antes o no remataba”.

Y nos cuenta su sueño: “Me gustaría llegar a ser un corredor completo. Se me dan bien las subidas, pero me gustaría ser un corredor completo. Y me gustaría ganar –es mi sueño- el Tour, como todos, claro. Lo tengo ahí como mi gran ilusión porque es lo que más me llama, aunque solo sea una etapa”.

En cambio no tiene tan claras sus posibilidades en las Clásicas: “Cuando he corrido esas carreras sí que me han gustado. Pero no sé si me irán. Viendo los corredores que ahí se presentan, que son más grandes y de más potencia, no sé. La verdad es que sí me gustan esas carreras. Igual la Paris-Roubaix no es para mí, pero otras como Flandes sí que me gustan. Y además como me encanta el ciclocross…”.

Le preguntamos a su aita cuáles son las cualidades de Igor: “Yo como virtudes le veo la constancia y la fuerza de voluntad. Esa es su gran virtud. Al final, tú puedes tener muchas cualidades pero, si no eres constante, sí, probablemente llegarás porque serás bueno, pero siempre habrá otro más constante que tú y que te va a ganar”. Y nos atrevemos ahora a peguntarle por algún aspecto en el que debe mejorar: “Como debilidad a veces le decimos que podía ser más ambicioso. Pero hay que darle tiempo”.

Optamos por dar la vuelta a la tortilla y ver qué nos dice el hijo de su progenitor: “De mi padre…”, lo piensa mucho y no se decide. “Igual es que no tengo ninguna virtud. No tienes por qué decir nada”, le dice su aita en plan vacilón. Pero ya le viene algo a la cabeza: “Ya, ya me sale. Pues la claridad que tiene para decir las cosas, y que si lo tiene que decir te lo dice. Y como algo negativo, pues no sé, igual es su cabezonería también”.

José Luis tiene algo que añadir: “Yo creo que le puedo transmitir tranquilidad. Que esto es largo y sí, a veces quieres terminar antes de empezar. Yo le puedo transmitir experiencia y tranquilidad”.  Ahora Igor está de acuerdo: “Es verdad. Él me puede transmitir su experiencia, porque al final son cosas que él ha vivido y me puede transmitir esa tranquilidad”.

En este momento de la conversación es Rubén, que de esto sabe un montón, quien le sugiere a José Luis una virtud que siempre le ha llamado la atención: el estudio a conciencia de los recorridos, como el de la Vuelta 2014 cuando Nairo Quintana se cayó en la CRI. Recuerda que le oyó decir al mayor de los Arrieta que habían pasado tres veces antes analizándolo. Y este lo reconoce: “La verdad es que en cada vuelta grande que hago tengo todas las etapas vistas. Un montón de miles de kilómetros al año. Y las tengo grabadas. El corredor al final confía en que tú has estado allá; y no le puedes fallar si te pregunta algún detalle sobre el recorrido. Por eso los recorridos los tengo vistos, los tengo grabados y controlados sin ninguna duda”.

Y con vistas al futuro de ambos les lanzamos la pregunta del millón: ¿os gustaría coincidir en el mismo equipo? Aquí el padre duda más que el chaval: “Bueno, no sé si me gustaría compartir equipo con Igor”. Y este: “A mí no me importaría”. José Luis continúa: “Estoy muy al tanto del día a día de sus entrenamientos y ya veo que controla más que yo. De momento ya vale; y lo que tenga que ser será”.

Nosotros nos atrevemos a dejarles un regalo a cada uno en formato de serena reflexión. A los padres el inventor del arranque eléctrico para los coches, Charles F. Kettering,  nos sugirió: “Todo padre debe recordar que un día su hijo seguirá su ejemplo en lugar de su consejo”. Y para Igor otra sabia recomendación de un entrenador de baloncesto americano, Jim Valvano: “Mi padre me dio el mejor regalo que alguien podía dar a otra persona: creía en mí”.

 

 

Acabando de manera informal

Es curioso cómo con algunas personas un rato de conversación cara a cara da muchísimo juego. Y lo que ha empezado siendo una entrevista con un cierto orden y el tiempo marcado, deviene en una charla informal sobre el deporte que a todos nos apasiona. Son mil los temas que salen a relucir y vamos a acabar este reportaje con unas breves pinceladas de algunos de ellos.

No tendréis duda de que, como siempre hacemos, una de las preguntas inexcusables que como “locos de las cumbres” hacemos a nuestros interlocutores es sobre los puertos que les han dejado huella por la razón que sea. José Luis es el primero en responder: “Yo eligiría a varios puertos del Tour, por ejemplo el Galibier.  En el 1998 me tuve que bajar, una de las pocas veces que me he bajado de la bici. Cogí una hipotermia en la bajada y me tuve que bajar. Pero al año siguiente pasé el primero. Son cosas que ocurren”.

Igor nos hable de su futuro más inmediato: “Ahora nos vamos de concentración a Altea, que ya sé que es la zona de stages de ZIKLO. Ahí están los puertos de Rates y Tudons. Pero ese de Bernia no lo he subido: ya he visto que es durísimo. Como ese otro de la antena que siempre que paso por delante quiero subir: le tengo muchas ganas. Yo cuando voy por esa zona de Pego suelo subir a la Vall d’Ebo, que es lo más típico”. Le confirmamos que ese “muro” terrorífico del que nos habla es el ascenso a El Miserat. “Apuntado queda”, nos dice, y continúa: “Pero yo soy más de puertos de dureza constante que de los de rampas duras”. Y José Luis nos da el toque de realismo que al hablar de estos temas solemos perder: “Sí, tipo Tourmalet. Claro, ir hasta allí para ver una etapa está bien, pero para ir a entrenar… pues has perdido el día”. Y así es.

Bueno, y de ciclistas admirados, ¿qué? Sigue el padre: “En mi época el ciclista que nos marcó a muchos está claro que fue Miguel. Y luego diría Ullrich, un tío de una fortaleza tremenda. Y diría Amstrong por su cabeza. Y luego otro al que igual no se le ha valorado pero que era un portento es Zulle. Y además un grandísimo compañero. Y de los de ahora, pues a Pogaçar ya se le ve. Y Roglic, que no regala nada: carrera en que compite, carrera que intenta ganar. Es un tío sincero: él compite y si gana, gana; y si pierde no busca excusas. Me parece un señor”.

Igor también quiere aportar más nombres: “Por supuesto que Pogaçar y Roglic son referentes hoy, pero a mí el que más me llama la atención es Van der Poel. Y también Valverde ha sido un modelo”.

A este último su aita le conoce bien desde hace años y lo compara con su antiguo coequipier: “Entre Miguel y Valverde está claro que el palmarés Miguel lo tiene superior. Pero es verdad que Valverde ha ganado cosas que Miguel no ha conseguido nunca: intentó ganar la Lieja y el Mundial y nunca lo consiguió. El palmarés de Alejandro es impresionante y lo que consigue con 41 años no tiene comparación: es la leche. Y luego ahí está Alberto, que tiene palmarés y un carácter de ganador tremendo: igual no tenemos ahora en España un ciclista con ese carácter  Es un tío también que iba a lo que iba y ahí están sus triunfos”.

Sale a colación la famosa etapa de Larrau en que Indurain perdió definitivamente el Tour de 1996: “Aquella etapa duró 8 horas y hoy las etapas más largas duran 6 o  6:30. Mi primer récord de kilómetros en 4 días lo tengo en el Giro del 93 cuando hicimos 1000 km. Y entre ellas la etapa reina de Corvara, en la que pasamos dos veces el Pordoi, la primera con un sol tremendo y la segunda granizando. Y además la Marmolada… Eran otros tiempos, ciertamente. Aunque también es verdad que los Tours de estos dos últimos años han sido muy interesantes y esa pelea entre Van der Poel y Van Aert en las primeras etapas no se había visto hace muchos años. A ambos y a Pogaçar les une el instinto de correr siempre al asalto, de tomar las carreras por la pechera y sacudirlas”.

La charla dio para mucho más: una etapa y otra, esta subida y la otra, cuando ataca este o ataca aquel… Una entrevista ZIKLO en toda regla. Séneca decía que no es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho. No es este el caso, porque cuando se pierde la noción del tiempo es que lo estamos aprovechando a tope. Así ha sido en estas casi 3 horas que Rubén Javi, Andoni y Jon han pasado con una de las sagas ciclistas de más futuro en nuestro país: tiempo al tiempo. Mis compañeros se han quedado con una opinión magnífica de los Arrieta y no hacen más que insistirme en que tengo que conocerlos en persona. Y la verdad es que me atrae la idea: mi Navarra del corazón, los encantos de la Sakana y una pareja de enormes ciclistas. ¡Qué más se puede soñar!