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En pocos días estará disponible nuestra GUÍA DEL TOUR, esa que con tanto mimo prepara Javi Fuertes. El análisis general del recorrido y la editorial volverán a ser obra de Rubén Berasategui.

Hemos querido adelantaros la editorial ya que el TOUR, aunque siga siendo la más grande, la más buscada y la que más honores da, parece querer perder parte de su esencia. Llega la duda, correr con los tiempos o mantenerse fiel a lo que se es.

 

Editorial – Traición a la historia

La organización de un evento siempre conlleva muchas facetas que quien no se dedica a ello no llega siquiera a imaginar. No tengo intención de hablar de ello, simplemente quisiera recalcar que en el ciclismo el organizador además de todo esto tiene sobre sus hombros la facultad de decidir sobre el recorrido y diseño de la prueba en cuestión que organiza, cosa que no ocurre en otros muchos deportes, y por tanto además de velar por el buen resultado del evento, decide sobre su trazado de un modo decisivo.

Me explico de otro modo. Una maratón siempre va a ser una carrera a pie de 42 km y 195 metros. Se puede hacer un circuito más sencillo o más complicado, que sea plano o con desniveles, tiene su normativa para ser homologado por la IAAF, pero siempre van a ser 42 km y 195 metros y no hay nada que el organizador pueda hacer al respecto. Podrá ser más o menos dura, pero una maratón no va a tener nunca 30 o 50 kms. En ciclismo cada año el organizador tiene la facultad de decidir cómo va a ser la prueba que organiza. Hablando del Tour de Francia, ASO (empresa privada organizadora de eventos que en la actualidad organiza el Tour), decide cada año cómo va a ser su recorrido. Podemos tener un Tour de Francia con recorridos tan dispares como los de 1980, 1987, 1990 o 2015. El vencedor gana el Tour, tenga éste 3200 km o 5000 km, tengo cinco cronos o ninguna, tenga más o menos montaña, pero a la postre acaba ganando el Tour de Francia.

¿Dónde quiero ir a parar?

Pues enseguida lo vais a ver. Cuando hablamos de pruebas centenarias con una historia superior a los 100 años, no estamos hablando de pruebas cualesquiera. Es evidente que hay que evolucionar y adaptarse a los tiempos actuales. No tendría sentido el diseño de un Tour de los años veinte o de mitad de siglo pasado, pero siempre hay que tener presente. aunque sea de refilón, la historia de la prueba que organizas.

¿Modernidad, tiempos actuales?

Por supuesto, pero sin perder tu esencia, tu historia y el peso de la tradición.

¿Os imagináis una París-Roubaix sin pavés o con una quinta parte del mismo? ¿Os imagináis una Tour de Flandes sin los muros típicos de la zona? ¿Os imagináis una Milán-San Remo con un puerto de 1000 metros de desnivel en la zona cercana a la costa azul?

Es perfectamente posible todo esto que os estoy diciendo, y si el organizador decidiera de pronto que esos monumentos iban a cambiar drásticamente su recorrido y pasar a ser pruebas sin pavés, sin muros o con puertos de entidad, el vencedor final de la misma ganaría también una París-Roubaix, un Tour de Flandes o una Milán-San Remo.

Entonces, ¿por qué el Tour está traicionando su historia y su esencia? ¿A dónde nos lleva la deriva actual?

El Tour de Francia ha sido siempre una carrera con un peso muy importante de la contrarreloj, con maratonianas etapas de fondo y gran desgaste, y con una montaña que pese a no ser la más dura, se hacía terriblemente exigente por la acumulación de todo lo anterior y el tremendo desgaste que supone correr en Francia en las tardes del mes de julio.

Y renunciar a esto, es renunciar a tu historia y a lo que ha sido la prueba más importante del calendario ciclista mundial por participación y porque al final se hacía un recorrido que no dejaba la menor duda, el ganador del Tour era el mejor y más completo corredor del pelotón profesional. Y así ha venido siendo durante décadas y el sueño del amarillo en París perseguido por los mejores ciclistas del pelotón, que podían apenas coincidir entre ellos durante todo el año, pero donde no faltaban era en la cita anual en Francia en el mes de julio.

La deriva del Tour lleva años siendo peligrosa en este sentido y creando corredores muy particulares para la prueba francesa. Hoy en día hay que subir muy bien, eso sin duda. Antes tan bien, lo que ocurre es que antes, además de eso también tenías que hacer muchas otras cosas bien, que a día de hoy y por caprichos del organizador han quedado reducidos a un segundo plano.

Si algo ha caracterizado al Tour es que siempre ha sido una prueba de fondo, de desgaste. De acumulación de esfuerzos, de recuperación.

“La tercera semana del Tour separa el grano de la paja y hay que asimilarla y pasarla. Algunos lo consiguen, otros no: por eso jamás podrán ganar esta carrera”.

Esa frase no es mía, es de muchos de los corredores que han corrido el Tour y que saben mejor que nadie lo que significa.

Para concluir esta pequeña editorial y antes de ir a la introducción de la actual edición, me gustaría comentar dos falacias que no por mucho que se repitan van a acabar convirtiéndose en realidad.

La primera:

Como me dijo en su día el actual director de la Vuelta a España, Javier Guillén, en una entrevista que muy amablemente nos concedió: “Tu representas una corriente de seguidores que abogáis por etapas de otra época”

No puedo estar más en desacuerdo con esa frase. Yo no represento ninguna corriente. Es más, acepto gran parte de lo que es la Vuelta a España actual, sobre todo siendo consciente de en qué momento de la temporada se corre y de la historia que tiene detrás. Pero no puedo ser igual de benévolo con el Tour, del que espero que sea la Gran Prueba anual, la que realmente encumbre al mejor corredor del pelotón. Por lo tanto, el Tour tiene la obligación de tener un poco de todo. Etapas cortas, largas, de gran desgaste. Cronos de todo tipo y un recorrido duro y compensado. No pido imposibles, sólo que mire su historia y la respete, que sea fiel a lo que ha sido siempre y con variaciones razonables sin salirse de su menú. Si te ha funcionado bien con un menú clásico, ¿por qué de pronto te metes a experimentar con química en tu cocina?

La segunda en una doble vertiente:

44 segundos…, menos de 44 segundos es el tiempo que invirtió el doble campeón mundial, campeón olímpico y actual record man de los 400 metros lisos, el surafriacano Wayde Van Niekerk en ganar el mundial de Pekin en 2015. Fue tal el esfuerzo al que sometió a su cuerpo, que un super atleta de este nivel, el mejor de la historia en esta distancia, tuvo que abandonar el estadio en camilla porque no se tenía en pie del esfuerzo realizado. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que no hacen falta ni 45 segundos para someter a un gran atleta, un fuera de serie, a un esfuerzo doloroso y extremo. Cómo voy a decir yo que una etapa de 100 km y 3000 metros de desnivel no es dura, sobre todo si se va rápido desde salida. Claro que lo es, y muchísimo. El problema viene cuando el Tour presenta etapas cortadas por el mismo patrón, una tras otra y que parecen más el Tour del Porvenir que el Tour de Francia.

Por último y para los que dicen que el problema es que ahora se retransmiten etapas íntegras por televisión. ¿Resulta que ahora es la tele quien decide? ¿Qué hacemos con los Grand Slam de tenis? ¿Los pasamos al mejor de tres sets? O mejor, a un solo set para que así el momento cumbre llegue antes. ¿Y los monumentos del ciclismo que superan los 250 km, los reducimos a la mitad? Si alguien no quiere ver seis horas íntegras de retransmisión, que no las vea. Si a los comentaristas se les hace pesado, se me ocurren unos cuántos puestos de trabajo más duros y complicados que comentar una etapa maratoniana. ¿Tenemos que cambiar todo un Tour de Francia porque la tele quiere otro formato de carrera?

La discusión es mucho más compleja, pero que nadie añada a esto el argumento del dopaje. El doping no es para terminar las carreras, sino para ir más rápido y recuperar mejor. Nadie necesita acudir al doping para terminar una carrera de 100 metros lisos y sin embargo es una las pruebas más señaladas. No, el doping o el realizar etapas de 250 km que dicen (porque esa es otra), no pueden ser el motivo para olvidarnos de ellas.

Las dos mejores etapas que yo he presenciado en directo en mi vida han sido la de Val Louron en el 91 y Sestrieres en el 92. Ambas en el Tour, ambas por encima de los 230 km y ambas superaron las 7 horas largas de pedaleo.

No, el espectáculo no viene marcado ni por la distancia, ni por la duración de una etapa. Lo único que resulta cierto es que eliminar la dureza y desgaste de una gran vuelta iguala por abajo y eso en mi opinión es la mentalidad de los MEDIOCRES.

Por Rubén Berasategui