Con el título “Valverde el ciclista infinito”, Teledeporte le dedicó las pasadas Navidades un merecido homenaje a uno de los corredores españoles más laureados en su historia tras haberse proclamado campeón mundial de ruta en Innsbruck. Lucirá el famoso maillot arcoiris con orgullo por carreteras internacionales durante la temporada 2019.
No pretendo hacer ningún tipo de comparación, porque comparar a cualquier corredor pasado o presente con Alejandro Valverde se me antoja casi imposible: por longevidad, por la calidad de sus triunfos, por ser un corredor que compite y gana durante toda la temporada (de febrero a octubre). Pero tras haber podido seguir la reciente Vuelta a San Juan por carreteras argentinas, me he animado a escribir unas breves líneas sobre otro corredor que evidentemente no puede acercarse a Valverde ni en cantidad ni en calidad de triunfos, pero sí que puede no solo aproximarse, sino superarle en longevidad ciclista al máximo nivel. Me estoy refiriendo a Oscar Sevilla (Ossa de Montiel, 1976): 42 años, cumplirá 43 en septiembre.
Para cuando Alejandro Valverde debutó en profesionales (2002), curiosamente en el mismo equipo que Oscar Sevilla, el KELME, el de Ossa de Montiel había ganado pocas carreras, pero ya tenía un segundo puesto en la general final de la Vuelta a España de 2001 y fue el mejor joven del Tour de Francia de ese mismo año. Así es, cuando Valverde arrasaba en juniors, Sevilla cerraba la cola del grupo de elegidos que comandaba el Mercatone de Marco Pantani a pocos metros de coronar el terrible Passo Manghen. Impresionaba ver la cara de niño de Oscar quien pese a su indudable juventud en aquel momento -22 años-, tenía un aspecto físico y sobre todo un rostro de un adolescente de 17. La calidad se le presumía, y esta acabó eclosionando en el año 2001 en su debut en el Tour de Francia. Maillot blanco al mejor joven y tras el pódium de aquella carrera, quizás el hombre que más se acercaba a los más fuertes cuando las duras rampas de los puertos franceses, en un caluroso mes de julio, hacían acto de presencia. Hablamos del año 2001, con Armstrong en su máximo esplendor, quizás el año que más anduvo de todos. El 7º puesto de aquel Tour no le hace justicia: por fuerzas debió haber sido 5º, pero una fuga bidón de buenos corredores y que cogió hasta 30 minutos, hizo que en aquella general final se filtraran corredores que andaban menos que él.
La Vuelta a España de aquel mismo año fue un mano a mano entre él y el valenciano Ángel Casero. Una Vuelta marcada por la igualdad y donde al final de cada etapa ambos corredores pasaban el filtro de un Jose María García aún en su esplendor y que, vista la igualdad de ambos, hizo que el perdedor se comprometiera a acompañar al ganador en el homenaje que sus paisanos le fueran a dar una vez terminada la Vuelta. Oscar perdió y cumplió, acompañando a Casero y García en el agasajo que los vecinos de Albalat de Taronchers (Valencia) brindaron a su paisano.
La Vuelta del 2002 fue más apasionante si cabe que la de 2001. Sevilla vistió de líder durante muchas jornadas. Los rivales fueron Heras, Beloki y sobre todo su compañero de equipo en el Kelme, Aitor González. Esa vuelta y la polémica que hubo entre ellos, la banda de la Covatilla comprada por Heras, entonces en el US Postal, a golpe de talón, de nuevo García…, son momentos que llevaron a nuestra carrera a cotas de publicidad y seguimiento que ni siquiera el trío Contador-Purito-Valverde, o los muros y subidas imposibles propuestos por Guillén y cía han podido aproximarse.
Pero a partir de ahí algo pasó. 2003 se cierra con un solo triunfo, pero sin presencia. 2004 es un cambio de aires y marcha al Phonak, 2005-2006 al TMobile donde también juega otro rol hasta que estalla en mayo la Operación Puerto. Salpicado en el proceso, el cambio de aires de Oscar es total. En 2007 y aún sin aclararse el futuro de los ciclistas implicados en la macro operación del año anterior, ficha por el equipo Relax Gam, pero a partir del siguiente año su futuro pasa por cambiar de continente. Los dos primeros años en América del Norte, pero desde 2010 pasa a estar en equipos colombianos, en cuyo país además fija su residencia. A partir de ese momento las veces en que podemos verle correr por Europa son contadas. Acude a los nacionales españoles y si encaja y su equipo es invitado a diversas pruebas del calendario español, donde siempre se deja ver. Desde Colombia nos llegan siempre noticias de grandes actuaciones y victorias del corredor manchego. Uno puede pensar que el ciclismo allí es de segundo nivel, y quizás hasta hace unos años podía ser cierto, pero de un tiempo a esta parte el nivel del ciclismo sudamericano y sobre todo colombiano ha subido exponencialmente recordando décadas pasadas. De nuevo los corredores colombianos despuntan en Europa y en las mejores carreras. Luego destacar allí no parece que sea algo menor y la gran prueba y lo que me ha motivado a escribir estas líneas es la reciente Vuelta a San Juan en Argentina. Ver a Oscar disputando la prueba con figuras y corredores de equipos World Tour, dejan bien a las claras que, por nivel y capacidad, la máxima categoría del ciclismo profesional no le queda grande a Oscar a sus 42 años. Me da la impresión de que fueron otras razones las que le hicieron partir hacia Sudamérica para afincarse allí y no regresar salvo en momentos concretos y puntuales. Quizás fue el hartazgo, quizás fue el buscar una tranquilidad y una nueva ilusión, quizás fue el amor quien toco su puerta y le animó a emprender una nueva etapa personal, no solo profesional. Sea cual fuera la razón o la suma de unas cuantas, Oscar atesora un nivel World Tour, y no se cansa de mostrarlo cada vez que tiene ocasión.
Por Rubén Berasategui
Fotos: Archivos Vuelta San Juan