DIARIO RUTA
El plan de ruta lo teníamos muy claro. Resultaba inevitable que las etapas fuesen exigentes si queríamos llegar a rincones especiales, aunque contar con vehículos de apoyo iba a permitir trazar un plan casi a la carta en función de nuestras posibilidades y preferencias.
Marrakech fue el punto de encuentro y desde allí nos trasladaríamos a Imi N’Fri donde tendríamos la base inicial para comenzar nuestro viaje. Como curiosidad, comentaros que aquel día se jugaba el Real Madrid-Barcelona, y no había pueblo, en el que toda la población no estuviese pendiente del partido, Unos con camisetas del Madrid, otros del Barça y todos delante de las grandes pantallas que había en cualquier local, gasolinera o tienda. Es increíble la afición que tienen al futbol, se saben todos los jugadores de la liga.
Una vez allí, preparamos las bicis, hicimos la presentación de las etapas y a descansar que al día siguiente empezaba la aventura.
La primera etapa nos llevaría hasta el Valle Feliz, a Agouti (1.800 m), un pueblo berebere, situado en el valle de Ait Bouguemez. Estábamos en el Atlas Central y en pocos kilómetros ya pudimos sentir que este viaje iba ser especial en todos los sentidos. Empezamos ascendiendo a Ait Boudar, más de 10 kilómetros compartiendo tramos de asfalto y otros de pista en los que sin darnos apenas cuenta nos vimos rodeados de grandes moles rocosas de color rojo. Coronamos y un largo descenso nos llevó al fondo del valle donde empezamos a travesar pequeños pueblos tradicionales. Los pueblos llamaban nuestra atención, parecía casi imposible que allí pudiese vivir gente, pero mucho más lo hizo la presencia de niños que al darse cuenta de nuestra presencia corrían al borde del camino para saludar y obsequiarte con la mejor de sus sonrisas. Eso sí, nos llamó la atención de que no hay pueblo que no tenga su escuela y que haya muchos internados. Era un mundo diferente para nosotros, todo muy real, crudo y duro.
Emocionados por lo que estábamos viviendo, nos acercamos al gran puerto del día, la subida a Tizi n’Tirghiste (2390m) un puerto en cuya cima hay un punto turístico, un refugio y unos muy curiosos grabados rupestres. El puerto se hizo muy duro, sobre todo en sus kilómetros finales. Desde allí, un larguísimo descenso con alguna que otra subida de esas que hacen mucha pupa antes de llegar a Agouti donde estaban en plena época de recolección de manzana. Nos cruzamos con varias furgonetas que regresaban de los campos. Era de flipar, en una contamos que iban unas 20 personas. Techos, puertas, ventanas… cualquier hueco valía. Hay que reconocer que la capacidad de los vehículos allí es diferente (je, je) y que su habilidad a la hora de cargar furgonetas o camiones es digna de un estudio. Increíble lo que pueden llevar sin volcar.
Primer día superado, aunque aquella noche en la cena había un nervio especial. Había enfriado mucho y al día siguiente anunciaban mal tiempo. Se avecinaba una jornada dura y el temor se convirtió en realidad.
Amaneció y afortunadamente no llovía. Hacia fresco pero nada que no se solucionase abrigándose un poco. Sin embargo lo peor estaba por llegar y la terrible Dana que asolaría a la comunidad Valenciana tuvo también efecto en la zona. La etapa no era larga, unos 75 km que nos llevarían hasta Zaouiat Ahansal, encadenando dos subidas Tizi n’Tirghist (2.626 m) y Tizi n’Ilissi (2.530 m). Todo iba bien, pero en la subida al primer puerto el panorama dio un cambio radical. Estábamos a unos 2000 metros y empezaba a nevar. Primero unos ligeros copos pero en pocos minutos estábamos pedaleando ante una copiosa y exagerada nevada. Estábamos en la boca del lobo, no era cuestión de que todo se complicase en exceso y tocaba decidir. Esta era la única opción de paso por lo que decidimos de momento seguir adelante dando la opción al que quisiera de subirse a los vehículos.
Todos coronamos el primer puerto pero en la cima la nevada era increíble. La carretera estaba totalmente blanca y el frío, nervios y cierto temor, empezaban a atenazar a la gente. Había que tomar decisiones. Gabinete de crisis y a montar a todos en los vehículos para trasladarnos hasta un pequeño refugio donde teníamos prevista la comida.
Llegamos a duras penas y hasta los todoterrenos tuvieron problemas para avanzar. Eso sí, dos valientes llegaron en bici, ahí lo dejo.
Nuestro equipo marroquí estaba alucinado, nadie había visto nevar así y lo rápido que cuajaba. En poco tiempo se acumulaba medio metro de nieve. Hablaban de que no había habido nada parecido desde el 2003.
En el refugio, pudimos cambiarnos, entrar en calor, comer y esperar a que se tranquilizara la nevada. La situación, pilló a todos de sorpresa y las autoridades tenían una ardua tarea ya que había mucha gente de pueblos que regresaba de mercados y que se habían quedado tirados en la carretera.
Nosotros en el refugio estábamos bien, pero había que llegar hasta el hotel y todavía nos esperaba la ascensión, en vehículos, del segundo puerto. Nos confirman que venían máquinas para quitar la nieve por el puerto y decidimos salir a su encuentro. Empezamos bien, pero en pocos kilómetros la carretera estaba totalmente blanca y nos quedamos bloqueados. Momentos tensos y aunque teníamos un plan b con la idea de regresar y hacer noche en el refugio, confiábamos en que las quitanieves pudiesen llegar a abrir la carretera ya que la capa de nieve no había parado de crecer. Las autoridades de Zaouiat Ahansaly nos habían asegurado que abrirían la carretera. El tiempo pasaba, la tarde avanzaba y la noche no estaba lejos con lo que crecía el temor de tener que dejar los vehículos y bajar andando al refugio. Pero, de repente unas luces nos abrieron el cielo. Un convoy bajaba por el puerto encabezado por una moderna máquina quitanieves seguida de un buen número de furgonetas con comerciantes de los pueblos de la zona. Era nuestro angel de la guarda, estábamos rescatados…
Seguimos adelante, llegamos a la cima del puerto. Había parado ya de nevar y el cielo empezaba a abrirse. Las vistas desde arriba eran magníficas, con la forma oscura y escarpada del macizo de Mgoun contrastando con los sorprendentes blancos de la nieve. Un día duro y complicado, pero una experiencia de esas que fortalece y que ayudó a que el grupo fuese una auténtica piña. Tenemos que agradecer a todos los que estuvieron en el viaje su colaboración y su confianza en las decisiones que tomamos. En la vida hay que ser valientes pero siempre conscientes, precavidos y respetuosos. Tuvimos final feliz y seguro que si hacemos noche en el refugio también hubiese sido así. También tenemos que agradecer a las autoridades de la zona y a nuestro equipo marroquí su gran hacer en esa jornada.
Una vez en el hotel las caras de susto pasaron a ser sonrientes. Todo se veía diferente y además nos comentan que el mal tiempo había pasado que había sido algo “express”, totalmente imprevisto, pero que para el resto de la semana tendríamos algo de fresco pero mucho sol.
Dicho y hecho. Habían acertado y para la etapa 3 nos recibe un día soleado. Todo estaba precioso, espectacular y encima nos confirman que las pistas y carreteras estarían sin nieve. Un gran día se avecinaba. En esta jornada llegaríamos hasta el hermoso valle de Anergui. Los primeros kilómetros nos llevarán a Tifouina, donde nos esperaba la primera ascensión del día, una pista en la que avanzábamos rodeados de un impresionante bosque de coníferas. Te sueltan ahí, te dicen que es Marrruecos y no te lo crees ya que el paisaje parecía alpino.
Un espectacular descenso nos puso a los pies de la ‘Roca de la Catedral’ de Marruecos, una imponente maravilla natural que emerge cerca del río. Allí comimos, y solo nos quedaba cruzar el valle para llegar hasta Anergui, pero lo haríamos por un larguísimo desfiladero que iba junto al río. La nevada había dejado secuelas y el río bajaba muy crecido desbordándose en algunos lugares. Barro al poder, momento de juguetear, pasar charcos e incluso retozarse en él ya que alguno acabaría casi nadando en el lodo, je, je.
La ruta fue impresionante, un permanente sube y baja entre inmensas moles rocosas hasta que al final el valle se abría y Anergui nos recibía. Como anécdota, el perro que nos acompañó durante casi 30 kilómetros y no paraba de ladrar y enfrentarse a los diferentes grupos de monos que pudimos ver a orillas del camino. Un auténtico perro guardián, que acabaría durmiendo en el hotel del grupo hasta desaparecer al día siguiente a media etapa.
Llegaba la etapa 4 en la que nuestro destino final era Imilchil. El día comenzaba con un buen desafío hacia el increíble paso de Tizi n ‘Taberchite (2400 m)), probablemente el puerto más duro del viaje, con asfalto rugoso y casi 11 km a una media del 10%. ¡Vaya tela! Eso sí, las vistas maravillosas.
Casi toda la etapa pedaleamos entre 1900 y 2300 metros a lo largo del Assif n’Tafedna, pasando por varios pueblos sorprendentes como Tasraft y Tassent en los que la presencia de niños, como cada día y en cada pueblo, te seguía haciendo pensar. En las montañas los pastores recogían el ganado. La nieve fue sorpresa para todos y era el momento de regresar al valle.
Después de Tassent entramos en el camino que nos llevaba a dos joyas naturales que son los lagos de Tisli e Isli pero antes tocaba ascender el puerto de Tizi n’Bab n’Ouayad (2286m). Los primeros 4 kilómetros fueron una auténtica pared y aunque la parte final era tendida, paso factura y al llegar al primer lago, espectacular, decidimos seguir hasta Imilchil (2.100 m) dejando la visita al Lago Isli para otra ocasión. Y es que siempre hay que dejar motivos para regresar… Día exigente pero de los de acabar con una gran sonrisa.
Llegábamos a la etapa final, una larga jornada aunque con algo menos de desnivel, en la que pasaríamos por una de las carreteras más altas de Marruecos, ascendiendo al Tizi-n’Ouano, un increíble puerto del Atlas a 2910 m de altitud. El día era espectacular y el puerto una pasada…
Camino del puerto pasamos por localidades como Akdim y Agoudal, En la primera de ellas nos tocaría atravesar las calles por un mercado muy concurrido. Otro momento especial, una situación inolvidable.
Ya estábamos en la cima y nos esperaba un largo descenso entre montañas áridas y sin vegetación, cosa que cambiaría al llegar al valle en el que el verde ganaba protagonismo.
En la parte final pudimos disfrutar también de las extraordinarias vistas del cañón de las Gargantas del Dades. Un final perfecto para una semana muy especial
Al día siguiente tocaba regresar a Marrakech pero todavía el viaje no había acabado ya que quedaba poner el remate turístico que compensara todos nuestros esfuerzos deportivos. Volvíamos a la “civilización”, a los tumultos, a los turistas, algo que casi teníamos olvidado. En el trayecto fuimos haciendo paradas y visitas. Pasamos por las gargantas de Dadès, Tamlalt para ver los asombrosos picos rocosos, los «Dedos del Mono”. Paramos en Ouarzazate para visitar su Kasbah y llegamos a Marrakech por la tarde para dar un paseo e ir a cenar.
El día final fue para compras y turismo en Marrakech. Nuestra experiencia marroquí acababa, habíamos visto muchas cosas y vivido un buen número de experiencias. De eso se trataba… Objetivo cumplido.