Incomprensible retraso
Ya lo dice el refrán: “En casa del herrero, cuchillo de palo”. Como casi siempre, el sabio refranero acierta plenamente. ¿Cómo es posible que un amante como yo de las subidas duras no hubiese subido hasta este mismo verano Xoxote?
¿Desconocimiento tal vez? Nada más lejos de la realidad. Acababa de comprar mi primera bicicleta da carreras allá por 1997 y soñaba con subir el Mortirolo cuando un amigo del colegio, que de pequeño había vivido en Azpeitia, me habló de la subida a Xoxote. No supo calibrarme su dureza, pero sí que me insistió en que pese a ser más corta, podía tener rampas similares o incluso peores que las del gigante de la Valtellina. Y eso en 1997, sin la aparición en escena de puertos como el Zoncolan o el Angliru, era decir mucho; quizás demasiado, porque parecía hasta exagerado. ¿Cómo iba a haber algo más duro que el Mortirolo y además al lado de casa?
¿Por qué no me acerqué? No lo sé, pero es evidente que mi amigo Eneko no andaba desencaminado. Pasó el tiempo y ahí quedó eso. El siguiente en volver a poner a Xoxote en el foco fue nuestro amigo Berritxu. Aitor nos mostró y comentó en el foro de APM fotos de la subida e incluso un perfil sacado desde el mismo ciclotour, y calificó la subida como muy dura. Ese post data de 2012 y volvió a llamar mi atención. Pero, y de nuevo formulo la pregunta, ¿por qué no fui? No lo sé, no podría responder ni dar una razón concreta. Azpeitia es un lugar muy frecuentado en mis salidas porque no me queda lejos y tiene una buena conexión y muchos puertos de paso interesantes, que permiten hacer rutas atractivas. Quizás al saber que Xoxote es una subida sin salida me echaba para atrás, pero tanto como para no ir a conocerlo… Inexplicable.
Finalmente, casi 25 años después de que supiera de su existencia, fui a visitarlo este verano. Esta vez sí lo tenía en mente y el motivo es que estaba preparando el viaje en BTT a Italia de julio. La bicicleta de montaña la tenía abandonada y quería retomar sensaciones olvidadas. Con la Malga Palazzo en mente, diseñé una etapa corta pero muy dura: lo más extremo que tenía y conocía cerca de casa. Y entre esas subidas incluí Xoxote. El día de autos, tuve que preguntar, llegado al paseo que hay entre Azpeitia y Azkoitia, por el inicio de la subida, aunque ya intuía donde estaba simplemente mirando al monte de mi derecha, al cual jamás le había prestado atención, pero estaba ahí. Y lo más curioso es que siempre había estado ahí. Impensable que se escondan 1000 m de desnivel hasta la antena desde el cruce donde comienza la ascensión.
Mis sensaciones de aquel día y empiezo por el final, fueron un tanto engañosas. Iba con un desarrollo muy corto al estar probando las multiplicaciones a utilizar unas semanas después en los colosos italianos. Con esos desarrollos la subida no se me hizo dura, pero sí que me impresionó. Mi sensación fue de un tramo inicial muy irregular y una segunda parte, ya dentro del hormigón, más constante y quizás con rampas un poco menos extremas, pero sin descansos. La parte de la pista me pareció la más sencilla de todas, exceptuando la rampa final previa a llegar a la misma antena de Erlo, que me pareció la más empinada de toda la subida.
Recuerdo, al acabar, comentar en el grupo que tenemos en la revista, la posibilidad de incluir esta subida en algún número si cumplía las condiciones mínimas requeridas. Y estas eran las de que fuera una carretera transitable para una bicicleta de carretera tanto en la subida como en la bajada (al no tener salida hay que bajar por donde se sube) y por tanto no se puede proponer o aconsejar una subida que no cumpla ciertos requisitos mínimos.
Paso previo: obtención del perfil
Javi y yo, impulsores de la idea, pusimos rápidamente a Josemi en canción con la obtención del perfil. Sabemos que, si nuestro compañero tiene buenos mapas a los que acudir, esto para él más que un trabajo es un reto y un pasatiempo. Josemi no tardó ni un día en pasarnos en un Excel todos los datos de la subida, increíblemente detallados. Javi tardó lo que se tarda en suspirar para dibujar el primer perfil de la ascensión. A partir de ahí había dudas de dónde terminaba el asfalto y comenzaba el hormigón, porque su final y el inicio de la pista Josemi los tenía muy claros. Entre ambos y con ayuda de la tecnología actual, y echando mano de vídeos que no sé cómo encontraron pero que están en la red, fueron capaces de calibrar con una precisión asombrosa casi todos los detalles de la ascensión: punto exacto de inicio del hormigón, pasos canadienses, barrera que impide el paso de vehículos no autorizados, cruces, caseríos. Ya os lo digo, asombroso.
Pero faltaba lo más importante, había que ir in situ para calibrar varias cosas.
- La primera era ver el estado de la subida, del asfalto y de la pista de hormigón. Una cosa es subir y bajarlo con una BTT y otra muy distinta ir con la bicicleta de carretera.
- La segunda era la de corroborar todos los detalles del perfil obtenidos sobre el terreno: ver si eran ciertos. Asegurarse de que todo estuviera en regla.
- La tercera era calibrar la verdadera dureza de la subida sobre una bicicleta de carretera y con los desarrollos de una bicicleta de carretera. La BTT podía haberme dado sensaciones diferentes y era necesario corroborarlas con ruedas finas y otros desarrollos.
Día de autos
Finalmente, el viernes 2 de diciembre quedamos a pie de puerto Javi, un servidor, el fotógrafo Antxon y Jon para hacer la sesión fotográfica, dilucidar y decidir sobre el terreno si el puerto era publicable o había que descartarlo muy a nuestro pesar. Nos acompañó también el también laudiotarra Iñigo, buen amigo de esta revista y que no pudo vestirse de corto por estar resfriado.
Fui en persona una hora antes de juntarme con ellos a subir el puerto y captar sensaciones que quizás en grupo y pendiente de las fotos podían ser algo distintas. De ese modo no iba a tener dudas. Tenía bastante claro a qué me estaba enfrentando: el perfil hablaba de 5,2 km al 12,7% hasta el inicio de la pista, pero entrando más al detalle podías también ver que eran 4 km al 14%, o incluso 2,1 km al 16%. La verdad que asustaba: no son números habituales incluso para subidas duras.
Mis sensaciones en verano habían sido las siguientes: el tramo de asfalto estaba en buen estado, con rampas muy duras que se alternaban con descansos, por tanto, un terreno muy desigual.
Correcto. La subida con la flaca corroboró completamente dicha sensación. El tramo de asfalto son exactamente 2700 m. De los cuales el primero es con diferencia el más suave de todos: con un 7,1% de media, tiene algunos picos máximos del 14% y pendientes sostenidas por espacio de 200 m de casi el 12%. Por tanto, son 1000 m irregulares, pero no extremos, que dan una media normal de 7%, pero sin ser constantes y anticipando a pequeña escala lo que van a ser los 1700 m siguientes.
La primera gran rampa no se hace esperar y aparece en los primeros 200 m del Km 2. Visualmente no engaña y se ve desde lejos. Van a ser 200 m al 16% y con máximas ya del 21%. Al no ser excesivamente larga y cogernos frescos, se pasa bien; más si cabe si a su final nos esperan 200 m al 2% que sirven para recuperarnos. La siguiente rampa, aún en asfalto, más que una rampa es una pared porque dura 1 km exacto al 15,3% de media. Este tramo vuelve a ser muy irregular y en cuatro puntos distintos tiene puntas del 20%, por tanto, tiene topes muy duros que se combinan con rampas más suaves, pero en ningún momento vamos a bajar de un 12%. Mi sensación con la bicicleta de carretera es que dentro de este kilómetro había zonas de recuperación y otras de máximos, otorgando a la subida esa irregularidad que había notado en julio con la BTT. El final de este tramo viene con un descanso de 100 al 2%. Los 200 m siguientes que son los últimos de asfalto arrojan una pendiente del 8,5%. No son un descanso, pero, viniendo de donde venimos, sí son un alivio importante.
Hormigón: Las mismas sensaciones de julio: rayado, en muy buen estado, y donde la bicicleta desliza perfectamente y el rozamiento es mínimo pese a tratarse de ese material. Correcto de nuevo. La bicicleta de carreras desliza perfectamente. No supone un añadido de fuerza o vatios para pasar las rampas. Esto no es el hormigón del Forcella que te deja literalmente pegado al suelo: aquí la bicicleta desliza bien. Está limpio y no supone problema alguno. La verdad es que me produjo un alegrón porque supe en ese momento que si la cosa no empeoraba mucho en los metros siguientes, el puerto se podía publicar perfectamente. Faltaría ya la prueba del algodón con el descenso para corroborar las sensaciones del ascenso, pero la experiencia ya es un grado y tenía bastante claro que no iba a haber problemas. Eso fue un subidón, y necesario, porque lo que venía de ahí en adelante era serio de verdad, y tenía razón Eneko: el general Mortirolo no tiene ni por asomo 2 km seguidos como los que vienen a continuación en Xoxote.
El hormigón empieza pegando fuerte: 100 m al 8,4%, seguidos de 100 m al 15% con una máxima del 22%, y otros 100 m al 21,2% con la máxima pendiente de la subida (23%) al pasar por el caserío Goikosaletxe. Tras este calentón viene el último descanso del puerto con 100 m al 5%. A partir de ahí comienzan los 2100 m finales hasta el final de la subida y el inicio de la pista a la increíble media del 16%. Es casi una rampa toda ella, si bien esta parte de la subida tampoco es constante y tiene algunos tramos más difíciles que otros. Al doblar la primera curva y encarar los primeros metros de una rampa interminable nos damos de bruces con una barrera que impide el paso de vehículos no autorizados y que está candada con llave. No hay problema para las bicicletas porque puedes sortearla por ambos lados: eso sí, hay que desmontarse y luego arrancar en un 20% que es la pendiente que hay en ese momento concreto. Al final de esta rampa que parecerá no tener fin, que atraviesa un paso canadiense y cuya media durante los 800 m que tiene es el 16,5%, se llega a una herradura a derechas, la más espectacular de toda la ascensión y con unas vistas impresionantes sobre su trazado, el valle de abajo y el entorno en el que nos encontramos. La pendiente lejos de suavizar mantiene toda su dureza, y no será hasta la siguiente herradura, esta de izquierdas, donde tendremos un pequeño alivio por espacio de unos centenares de metros. Y digo pequeño porque en ningún momento vamos a bajar de un 12,5%, pero esos cinco puntos de descenso en la inclinación se notan y se agradecen. El final, ya en la parte alta de la montaña es muy parecido al tramo de asfalto: combina tramos muy duros y por encima del 20% con otros donde la pendiente baja a la mitad; por tanto hay que llegar con fuerzas para pasar estos topes, que se hacen notar. Ya sin previo aviso, y en el Km 5,23 el hormigón se acaba y nuestra subida con la flaca llega a su fin. Ese punto concreto tampoco sería Xoxote que está un poco más arriba, pero dada la proximidad le damos su nombre a la subida hasta este lugar.
¿La subida ha terminado?
Para una bicicleta de carretera propiamente dicha diría que sí. Esa es la subida que os presentamos y hasta donde os animamos a subir. Sus números son contundentes y le otorgan, de lo que conocemos, el primer lugar en dureza de las subidas guipuzcoanas y está en el pódium de las de las tres provincias vascas.
Pero nos encontramos a 757 m de altitud y queda monte por subir y una pista a través de la cual poder hacerlo. Si hemos venido con una bicicleta gravel o una BTT podemos seguir sin problemas hasta la misma antena de la montaña, que recibe el nombre de Erlo. Una advertencia: a los 200 m de entrar en la pista, hay una rampa de 100 m a casi el 17% que es un pedregal, no es ni pista. No pasa nada, te desmontas si no te ves seguro, la pasas andando y sigues luego en la bicicleta. El resto de la pista está decente y es solo esta rampa concreta la que está mal para ser pasada incluso en una BTT.
Desde el inicio de la pista hasta el final serán 2400 m al 10,8% de media. Hay descansos, no muchos, pero las pendientes ya se sitúan salvo en algunos tramos concretos sobre el 10-12%. Claro que con la dificultad añadida de que ahora estamos en una pista. La que sí es dura de verdad es la rampa final, la que te lleva a la misma antena de Erlo: son 100 m, pero son duros de verdad. Si la meteo acompaña y vais con la montura adecuada sí que os animaría a continuar hasta la antena; en caso contrario se deja la ascensión en el final del hormigón que no es ninguna broma y ya de por sí constituye una subida de una dureza destacable.
El descenso me corroboró lo que ya había percibido durante el ascenso: no hay ningún problema para bajarlo con una bicicleta de carretera con frenos de zapata. Precaución por supuesto, pero no hay que tener ninguna virtud especial para poder bajar el puerto.
Consejos
Dado el buen estado del hormigón, el consejo va encaminado a escoger un desarrollo adecuado. A estas alturas, visto el perfil y tras el detalle de tramos concretos ya explicado, supongo que nadie tendrá dudas de que hace falta un desarrollo muy corto. Todo lo que sea acercarse a una relación 1 a 1 no está de más, es decir, mismos dientes de plato y de piñón. Yo lo subí con un 30×30 y con esa multiplicación se hace bien: las rampas máximas no son tan extremas como para ponerte en aprietos con ese desarrollo. Si bien hay que tener en cuenta que durante muchos kilómetros, y por tanto mucho tiempo, vamos a estar inmersos en pendientes del 15% o superiores. A partir de ahí, que cada uno en función de sus cualidades haga sus propios cálculos y estime el desarrollo que precisaría para acometer una subida de este tipo con garantías.
Merece la pena
Además del reto que la subida supone, estamos hablando de afrontar la subida más dura de Guipuzkoa, en la que el entorno y el paisaje merecen mucho la pena. No es el típico bosque cerrado con pendientes brutales de muchos puertos de pendientes parecidas. Es un trazado bello y plagado de cruces, caseríos y zonas de interés en su parte asfaltada. Su parte hormigonada, sobre todo una vez que se llega a la herradura pasada la barrera, es fantástica, mostrando unas vistas grandiosas del valle y del entorno, asemejándose a ciertos puertos muy vistosos de Cantabria o incluso Asturias.
Es muy habitual encontrarse a caminantes que suben a pie el puerto que, ya digo, es muy conocido en los municipios de Azpeitia y Azkoitia. Fuera de ahí y para los ciclistas de la provincia o incluso ayuntamientos muy próximos es un completo desconocido: motivo añadido para publicarlo en nuestra revista, tan ávida de presentar novedades. Además, y esto es otro añadido, está cerca para muchos lectores de ZIKLO. Quizás ese fue el motivo por el que no hice mucho caso a Eneko: “No podía ser verdad que algo tan duro estuviera tan cerca de casa” En ocasiones tendemos a valorar lo de fuera y lejos y no prestar atención a lo que tenemos cerca, a veces en nuestras mismas narices. Paradojas no solo del ciclismo o el deporte, sino de la vida misma.
Por Ruben Berasategui
Fotos: Andoni Epelde
Altigrafía: Javi Fuertes, Josemi Ochoa, Juanto Uribarri, Rubén Berasategui/APM