Para paladares exigentes
Año 1986. Etapa 17 del Tour de Francia con inicio en Gap y llegada en el col du Granon: 193 km y por medio los cols de Vars y de Izoard. La etapa se la llevó Eduardo Chozas en una gran exhibición que no podrá enseñar a los nietos, porque apenas hay imágenes de su gesta. Las cámaras se centraron en la batalla de atrás. Hinault peleaba por su 6º Tour y Lemond por el primero para él y para USA. Finalmente, el americano sentenció en el Granon y ganó el Tour; Hinault, aun haciendo un gran Tour, no pudo encaramarse a lo más alto del olimpo ciclista por encima de Merckx y Anquetil y ese año abandonó el ciclismo. El col du Granon no ha vuelto a ser final de etapa en el Tour.
35 años después en el marco de ZIKLO Gourmet Nomad Tour 2021 un grupo de entusiastas ciclistas nos enfrentamos al gran desconocido (según palabras del propio Chozas) en condiciones similares a las del Tour de France: por horario, lo subimos a las 4-5 de la tarde; por calor, 34-35 grados; por diseño, anteriormente habíamos subido Finestre, Sestriere y Montgenèvre (3850 m de desnivel positivo total); y por acumulación, cuarto día seguido de esfuerzos en el stage. La organización nos sirvió el Granon de postre tras tres platos: un postre de sidrería vasca, contundente, tipo nueces con membrillo y queso curado. El que sea de postres digestivos: sorbete de limón, gelatina de frutos rojos, un yogur de no sé qué… que se abstenga. Eso sí, lo puede degustar de primer plato y no defrauda. Pero para los que somos de buen apetito siempre hay sitio para el postre. Con sus 2404 m de altitud (el cartel de cima dice 2413 m), 11,77 km de ascensión al 8,91% y un coeficiente de 296 según datos APM, el Granon es un señor puerto.
Y a tal señor, tal honor. Había que darle el trato que corresponde a su condición, ofrecerle el respeto y la consideración debida; es decir, había que subirlo dándolo todo para sentir la dureza y la fiereza de sus números. Cuando un esfuerzo te lleva a la agonía, a ese punto de sufrir disfrutando, se crea un vínculo para siempre entre ciclista y puerto. Y había que subirlo así.
Dentro del viaje de ZIKLO esta era para mí la jornada señalada. La tentación de quedarse en el hotel, por el que pasábamos al llegar a la estación de Serre Chevalier, y darse un chapuzón en la piscina era grande, pero yo estaba mentalizado y no sucumbí a los cantos de sirena. Eso sí, tenía tanto miedo a los números de mi enemigo como al saber que la subida es muy expuesta al sol, aunque ese día un ligero viento a favor hizo más llevadera la ascensión. Por otra parte, el vago recuerdo de las imágenes de la etapa de 1986 que vi en el confinamiento por el COVID-19 me ayudó a hacer más llevadero el padecimiento. Los carteles informativos me iban cantando kilómetro a kilómetro los porcentajes como estaciones de mi particular Vía Crucis; pero si buscas alivio no lo encontrarás, no te da tregua, y los 9,5%, 11%, 10%, algún 8,5%… se suceden. Con un ritmo constante y no excesivamente cansino o desencajado llegué a la cima muy satisfecho en compañía de mi coéquipier, Erik, a diferencia de lo que sucedió en 1986 entre los compañeros de equipo Hinault y Lemond.
El Granon es largo, duro y hermoso, un Hors Catégorie de libro. 35 años llevaba el Tour sin subir a ese gigante y tal vez no haga falta que se acerque muy a menudo, pues de ese modo permanecerá como ese plato, ese sabor de la infancia incrustado en nuestra memoria que solo de vez en cuando, raramente, lo volvemos a degustar. Un plato exquisito solo para paladares exigentes.
Por Juan Carlos Ugarriza
Altigrafía: APM
Fotos: Andoni Epelde