“Buscando la magia”
Las historias que nos contaron cuando éramos niños siempre dejan huella. Los abuelos han sido auténticos especialistas y el mío era uno de esos. Curiosamente era una persona bastante “casera”, salía poco, pero le encantaba leer. Hablar de viajes, países y animales era lo que más le gustaba y contándonos sus historias nos dejaba a todos los nietos boquiabiertos.
Siempre se me quedó grabada una historia que nos contaba, de que las ardillas podrían viajar desde Finlandia hasta Gibraltar sin tocar el suelo. De árbol en árbol, improvisando el camino, en su medio y libres de peligro.
Aquella vieja historia nos ha servido de inspiración para contaros una experiencia diferente. Vamos a jugar a ser ardillas, buscar nuestros propios caminos y recorrer buena parte del Pirineo navarro por pistas, senderos, carreteras locales y tranquilas e incluso algún tramo campo a través si es necesario, siempre tratando de evitar carreteras generales. En definitiva, por donde nos apetezca, ante el aliciente que supone poder elegir.
Para viajar como “las ardillas” lo haremos con bicis gravel, una opción real, que cada día cuenta con más adeptos. Complementaria con cualquier otra modalidad de ciclismo, nos permite buscar nuevas experiencias, sensaciones, frescura y ver lo que normalmente queda oculto desde las carreteras.
En nuestro mercado, al igual que cualquier otro, el dinamismo y las novedades tienen un papel vital. Las “cosas nuevas” muchas veces nacen como “reactivos comerciales”, que tienen como objetivo ayudar a motivar, crear alicientes, reciclarse, e insuflar un poco de aire fresco y optimismo. Muy claro lo tenía la gente de ZAIKLIN, que son los protagonistas y la fuente de inspiración para este reportaje. Mis raíces me llevan al Pirineo navarro y, aunque conozco bien todo el recorrido realizado, el mérito de unirlo y sobre todo realizarlo, es suyo. Ellos son las “ardillas viajeras” y os aseguro que su experiencia transmite aventura, desafío y libertad por los cuatro costados.
Cuando nos comentaron la ruta que tenían previsto realizar, lo primero que pensamos es que eran un tanto osados, pero una vez profundizamos en ella vimos que todo estaba planificado al milímetro, muy estudiado y con buenas escapatorias ante cualquier imprevisto. Conforme fuimos estudiando el recorrido nos fuimos “emocionando”. Como comentaba, conocemos bien la zona y ninguno de los lugares era nuevo para nosotros, pero unirlo así, era una novedad. Enseguida vimos que se trataba de un recorrido exigente, ambicioso, pero que iba a tener como recompensa rodar y en algún caso patear por algunos de los rincones más mágicos y desconocidos del Pirineo navarro.
La salida y llegada era en Roncesvalles y la primera etapa salía hacia Ibañeta y Lepoeder, camino de esa joya de puerto llamada Ortzanzurieta, cuyo asfalto vive en el reino de los olvidados. En Lepoeder, por la pista que llegan los peregrinos se puede rodar hasta la base de Urkulu, para descender hacia Azpegi y conectar con la fábrica de Orbaitzeta. Directos al Irati por la pista de casa Roble. Orion, el embalse, el Paraíso y hasta la muga 225 (la 25 coloquialmente), donde cruzaríamos el río para pasar a Iparralde (justo al revés de lo que solemos hacer en el RAK). Ascenso hacia Surzai y desvío, mezclando senderos y campo a través, hacia Okabe para aparecer en la “cara más oculta y desconocida” del Ori y por Sensibil llegar hasta Orgambidesca donde finalizaría la primera etapa. 64 km y casi 2000 m de desnivel.
La segunda etapa nos llevaría de salida hacia Ahusky pasando por los collados (Iratzabaleta y Aransus), para desde allí tomar una pista que nos deja a mitad de subida de Bostmendietan. Seguimos por la carretera del puerto y en la parte alta, antes de coronar,tomaremos una nueva pista para descender hacia Licq-Athèrey. Ahí, por Haux, nueva pista para unirnos a Issarbe (Houchère), coronarlo y descender por el bosque hacia Souscusse y finalmente encadenar por carretera el tramo final de Soudet y la Pierre de Saint Martin, Descenso por la carretera de Belagua, acabando la etapa en Uztarroz. 95 km y más de 2400 m de desnivel.
La tercera y última etapa era la más “heavy” de salida, ya que sabían que les iba a tocar patear y tirar de la bici. Pero el objetivo era claro, tomar altura, acercarse a Larrau y luego “crestear” en la mayor medida posible. Poco a poco fueron ganando altura siguiendo el cauce de diferentes regatas, con la mirada puesta en poder ver la cima del Ori. El primer momento de satisfacción llegaba al dar con la pista de la zona de Betzula. A partir de entonces todo iba a ser un poco más fácil ya que les llevaría hasta dos curvas de herradura antes de coronar Larrau. Descenso hasta Pikatua, y por las pistas de esquí de fondo enlazar con nuevos senderos que atraviesan Abodi hasta llegar a Tapla. Nuevas pistas hacia Berrendi e Iriberri de Aezkoa para descender hasta Orbaitzeta, y por la fábrica y la pista de Nabala regresar a Roncesvalles. Para acabar, 72 km y 1650 m de desnivel.
Tres jornadas intensas, de pura aventura, para hacer una vez más real el comentario de Ernest Hemingway: “El territorio más malditamente salvaje del Pirineo”. Una aventura plena, pero meditada, y es que llegados a este punto convendría hacer un recordatorio: que se abra una ventana no significa que debamos entrar por ella; hay veces que con contemplar lo que nos permite ver puede ser suficiente. Es responsabilidad de cada uno ser sensato, preparar bien nuestras salidas y disponer de “planes B” para cualquier imprevisto.
El gravel es un nuevo aliciente. Nos acerca una manera diferente de divertirse con la bici, dándole un toque más intrépido, pero siempre con prudencia. Disfrutemos de esta nueva ventana desde el lugar en que nos sintamos más cómodos y seguros.
Queremos agradecer a Arkaitz Alkain y al equipo de ZAIKLIN con Ander Lazkano y Ander Septien, la ilusión y preparación con la que han realizado esta ruta. Gracias por ayudarnos a recordar y recorrer esos parajes más ocultos de este fascinante territorio.
Por Jon Beunza
Fotos. Andoni Epelde