Han llegado los meses más fríos del año y para disfrutar de nuestra afición qué mejor que irnos a la costa más templada de la península en esta época, tal y como apunta el propio nombre de Costa Cálida. La temperatura media ronda los 15ºC en los meses más fríos. Estamos en la comunidad de Murcia, aunque hacemos un guiño a Alicante pues una de las etapas discurre en gran parte por dicha provincia, en la Vega Baja del Segura. Nuestra base de operaciones será la murciana localidad de San Pedro del Pinatar.
Hoy en día Murcia es nada menos que la séptima provincia española en número de habitantes y la zona costera ha multiplicado por cuatro la población fija, sin contar la estacional. Tras una fuerte emigración después de la Guerra Civil, el boom turístico tocó a la puerta y las consecuencias están a la vista: masificación, caos urbanístico y desastre ecológico por doquier. A pesar de todo ello, en ZIKLO vamos a proponeros salir de tanto agobio con tres rutas que os permitirán conocer el lado más amable de la Costa Cálida y el Bajo Segura, ¿Nos acompañáis?
Ruta 1: Mar Menor
San Pedro del Pinatar, a pesar de su antigua historia ya que por aquí pasaba la Vía Augusta romana, apenas guarda restos de su pasado, algo bastante común en gran parte de la costa mediterránea sureña. Se debe a que tras la Reconquista, la mayoría de los asentamientos costeros eran modestos pueblos de pescadores expuestos a los saqueos de los piratas berberiscos que entre los siglos XVI al XIX asolaban la costa tomando cautivos para venderlos como esclavos. Así que ante la llegada de los piratas, los pescadores de estas aldeas se retiraban hacia las poblaciones mayores del interior que sí estaban fortificadas. De ahí viene el dicho de “no hay moros en la costa”.
El punto de partida para las tres rutas lo situamos junto al Molino Quintín al final de la playa Los Lorcas. Tras un par de kilómetros y sin solución de continuidad, entramos en la pedanía de Santiago de la Ribera. Vamos pegados al mar y sus playas hasta el final de la calle, un par de kilómetros después. Seguimos en paralelo a la costa por un paseo con carril bici y luego tomaremos la RM-F34 que lleva al aeropuerto, por un nuevo carril bici hasta llegar a sus instalaciones. Como comentario decir que hay bastantes carriles bici, pero tan anárquicos como sus urbanizaciones: tomáoslo con paciencia.
Tras dejar atrás el aeropuerto llegamos a Los Alcázares entrando por el barrio de Los Narejos. Y al salir, en la primera rotonda, nos vamos hacia el mar por una amplia avenida, para bordear las después las diversas playas de la localidad, disfrutando, sin que nada lo impida, de las vistas hacia el Mar Menor en toda su amplitud. Al fondo se vislumbran los horribles edificios de La Manga como un borrón entre el azul del mar y el del cielo. Este amplio paseo no dispone de carril bici, por lo que en fechas vacacionales se hace un poco agobiante. A mitad del mismo encontramos un curioso Monumento al Pescador y al llegar al final, poco después del puerto deportivo, tomaremos la N-332, hasta cruzar la Rambla del Albujón, uno de los puntos neurálgicos por donde desemboca gran parte de la porquería al Mar Menor.
Tras pasar dicha rambla seguiremos rumbo a Los Urrutias, pequeña localidad costera que ha sido la más perjudicada por los desastres ecológicos. Al ser zona inundable, aquí se han ido depositando toneladas de lodo y podredumbre que han impregnado la playa y traído consigo unos olores nauseabundos. Los turistas y la gente que tiene viviendas vacacionales están dejando de acudir y muchos negocios están cerrando. Al parecer (solo encontramos una referencia en Wikipedia), el nombre de Los Urrutias proviene de unos militares vascos así apellidados que allí se instalaron tras las guerras carlistas. La localidad tiene varios barrios, entre ellos El Carmolí asentado en las faldas de un promontorio que parece fuera de lugar en la llanura que lo rodea: se trata de un volcán extinto que da el nombre al barrio.
Poco después del último de ellos vemos a la izquierda un molino, cuya misión, más que la de moler, parece que sería la de mover una noria para regadío. Unos metros más adelante cruzamos la Rambla del Beal, sin ningún tipo de puente: en las crecidas el agua simplemente lo inunda todo, con el agravante de que, además de los residuos citados, por aquí llegan también metales pesados de los depósitos de desechos mineros de La Unión, 8 km hacia el interior. Una larga recta entre cañizales nos lleva hasta Los Nietos, pequeña localidad donde se han encontrado restos iberos, griegos y romanos, pero hoy sin interés. Luego nos dirigiremos hacia Los Belones para coger la vía de servicio aneja a la autovía de La Manga por un nudo de enlace realmente kafkiano, aunque bien señalizado.
Más adelante, alcanzaremos el espectacular entorno de las Salinas de Marchamalo, un enorme conjunto de balsas que en su tiempo se dedicaron a la extracción de la sal, y que hoy están prácticamente abandonadas como fruto del atávico desprecio institucional hacia bienes históricos y culturales a pesar de estar protegidos a nivel europeo por su valor ambiental al ser una reserva de la biosfera por la cantidad de aves que en ellas se encuentran, especialmente flamencos. Pero estos rellenos de sal sin retirar y los lodos existentes hacen que las balsas se vayan colmatando y la salinidad aumente hasta hacer que sean totalmente inhabitables para las especies que en ellas moran. Estas balsas, si funcionan, son un espectáculo de colores según varía la salinidad que hace que la superficie vaya adquiriendo tonos amarillo verdosos que pasan al rosa e incluso rojo, para acabar de un blanco inmaculado cuando el agua se evapora.
Seguimos carretera adelante, para reencontrar la autovía que ahora se ha convertido en la Gran Vía de La Manga. Quien quiera puede irse hasta el final, pero solo se va a encontrar con un atentado natural en toda regla. Nuestra ruta sigue hacia Cabo de Palos y vamos hasta el fondo para ascender hasta el Faro, construido con los restos de una antigua fortaleza defensiva allí ubicada e inaugurado en 1865. Su torre de 51 m de altura lo sitúa como el séptimo faro más alto de España, desde donde disfrutaremos de unas magníficas vistas. El nombre de Palos viene del latín “palus”, que significa laguna o marisma, y se refiere a la proximidad del Mar Menor. Los establecimientos de su bonito puerto son un buen lugar para un tentempié. Tras él, desandamos el camino y buscamos la entrada a la autovía para tomar la vía de servicio y seguir hasta Los Belones, atravesando la localidad y tomando dirección a Portmán en la rotonda de salida.
Un tramo entre campos de cultivo y luego atravesamos por un buen carril bici los enormes campos de golf del complejo La Manga Club Resort. Poco después, en suave ascenso, cruzamos otro campo de golf del mismo complejo y pasamos por un pinar antes de llegar a un cruce señalizado hacia El Llano del Beal. Entramos en la zona minera murciana por excelencia: minas de plata, plomo y zinc explotadas ya por cartagineses y romanos. No se volverían a abrir hasta el siglo XIX y se cerraron en 1990 tras una serie de desmanes ecológicos por su explotación intensiva. Hoy en día la zona se está regenerando con la creación del Parque Regional de Calblanque.
Los aventureros pueden optar por tomar el desvío citado, pero el firme, aunque en buen estado, se encuentra sin asfaltar en un tramo de unos 4 km practicables con la flaca. Una ascensión no muy dura que lleva al Collado de los Mosquitos por un terreno salvaje, en tremendo contraste con lo que hemos dejado atrás. Pero la ruta diseñada sigue por el asfalto en suave ascenso hasta el collado de Cenizas 500 m después. Al poco de iniciar el descenso vemos a la izquierda una calzada romana, prueba fehaciente de su interés por esta zona minera. Y al final de dicho descenso dejamos a la izquierda las ruinas de la Villa Romana del Paturro, investigadas y expoliadas para llevar piezas arqueológicas y mosaicos a varios museos. Hoy las ruinas se encuentran en total abandono, rodeadas de maleza y sin un camino de acceso visible.
Portmán, mezcla de pueblo pesquero y minero, se asienta sobre lo que fue una magnífica bahía llamada Portus Magnus por los romanos. Y decíamos que fue una magnífica bahía, porque a mediados del pasado siglo fue destrozada por los vertidos mineros en uno de los mayores atentados medioambientales, si no el mayor, en la historia de España. No hay más que mirar la vista de satélite o bajar a lo que un día fue el puerto y ver dónde está el puerto actual. En los últimos años parece que se pretende reparar el estropicio.
Seguimos ruta para acometer la ascensión al pequeño puerto conocido como Sierra Minera o Cruz Chiquita que separa Portmán de La Unión. Ascenso y descenso discurren por un continuo paisaje de restos de las antiguas minas, al que no se le puede negar espectacularidad. La Unión, localidad minera por excelencia, tuvo su máximo esplendor con el auge de la minería y así en 1900 contaba con más de treinta mil habitantes que se redujeron a la tercera parte a mediados del siglo XX. En la actualidad se ha recuperado hasta ser más de veinte mil, como ciudad dormitorio de Cartagena. De sus edificios decimonónicos apenas se conservan dos: la Casa del Piñón y el Mercado Público. El primero se ubica en la calle Mayor, por la que atravesamos la localidad, y alberga el Ayuntamiento y los Museos Minero y del Cante de las Minas. El Mercado está junto a la estación de FEVE y se le conoce como la “Catedral del Cante”, porque es la sede del Festival Internacional del Cante de las Minas. Y ya que hemos llegado al mercado, quien quiera (no se incluye en la ruta) puede ascender al Parque Minero por detrás de la estación: algo menos de 2 km al 7% con un firme hormigonado que es un lujo. Las vistas son magníficas y merece la pena.
Salimos de La Unión hacia El Algar, una localidad muy cercana y sin interés, así que seguimos la N-332 por una larga recta entre campos de cultivo hasta confluir con la AP-7 donde la carretera que llevamos se convierte casi en una vía de servicio de la autopista. Ya no abandonamos esta carretera hasta llegar a Los Alcázares y solo nos queda desandar el camino que hicimos al principio de la jornada o volver por San Javier: a vuestra elección. Y hemos añadido al final un tramo sumamente relajante que es obligado hacer en algún momento: se trata de seguir el Paseo de los Molinos entre el Mar Menor por un lado y las Salinas de San Pedro por el otro, para llegar al canal natural de paso entre el Mediterráneo y el Mar Menor. A no perdérselo.