Historias de mi querido Pirineo Navarro
Reconozco que el “Pirineo Navarro” es muy especial para mí: raíces, amigos, un entorno especial y desafíos permanentes. Muchas razones que hace un buen número de años me animaron a compartirlo y a organizar eventos en el entorno: hacer de anfitrión y dar a conocer todos los secretos de una zona que siempre he llevado muy dentro.
Creo que he recorrido casi todos sus recovecos, muchos de ellos en solitario, con el único objetivo de conocer, pero cuando verdaderamente lo he disfrutado, ha sido en compañía, compartiendo y enseñando rutas, puertos y rincones a la gente.
Por ahí van a ir mis tiros en esta ocasión, pero mi historia va a ser un poco diferente. Voy a hablar de uno de los puertos que más me ha cautivado, Arnostegi desde su vertiente de Ondarolle que es la que escogimos cuando creamos la Ruta de los Akelarres, RAK, que este año con cambio de fecha incluido, llegará el 26 de septiembre sábado, si todo va bien, a su 6ª edición.
Esta subida siempre me ha gustado y todos los años la hago en alguna ocasión, pero en el RAK, me toca hacerla desde el otro lado, a los mandos de alguna de las furgos, animando y cubriendo al grupo.
Avanzo, paro, hablo, animo, doy bebida, barritas, empujo si hace falta y hasta digo alguna que otra mentira piadosa si es necesario. No visto de ciclista, pero lo disfruto como ciclista. Ver sufrir a la gente no motiva: hay veces que no veo el momento de que acaben algún rampón para que puedan recuperar. Pero ver que después del esfuerzo, en muy pocos segundos, la cara de sufrimiento pasa a ser de satisfacción, no tiene precio. Compartir esos momentos da sentido a todo ese día.
Llegamos a Arnegi, que es donde comienza el puerto, y lo hacemos después de haber ascendido Lindux y descendido el larguísimo Ibañeta. Casi siempre llego cerrando el grupo y lo que hago es adelantar a todos para poner un primer punto de control. La primera parte es llevadera, pero a partir de Ondarolle el tema se complica. Empiezan las escaleras, pero de mucho peldaño, con algunos rampones que empiezan a asustar.
Ahí mi táctica es clara y después de adelantar al primero busco alguna zona tranquila entre repechos. A cada ciclista que pasa le digo si quiere algo, le doy ánimos para lo que viene. Elegir el lugar de parada es estrategia de alto nivel. Si estoy en el repecho para animar me podrían llover los “insultos”; una vez pasado el repecho y encontrar un tramo de calma, todas las “fieras” se vuelven más dóciles.
Así suelo pasar los primeros 8 km del puerto, pero sé que pronto vamos a llegar a los 2 km terribles a más del 12% con repechos que llegan al 18%. En las primeras ediciones me solía poner en la curva más dura del repecho, pero al ver las caras, me venía un poco abajo… aunque ahí no tienen fuerzas para insultar, je, je. Ahora me suelo colocar en una zona dura, pero a 100 m del punto que suaviza. Decir: “Venga, ánimo, que en 100 m el puerto cambia totalmente” te hace ser embajador de buenas noticias (otra cosa es que te crean). Reconozco que siempre preparo pequeñas trampas y al contarlas puedo ser un poco mentirosillo, pero cuando digo algo “in situ” y en pleno esfuerzo no miento.
Cuando pasan esa zona y sobre todo si hay buena visibilidad, el espectáculo sigue creciendo. La ladera de la montaña se dibuja de curvas de herradura, la pendiente se pone entre el 7 y 8% mantenida, las vistas suben la moral y hasta parecen querer darnos unos cuantos vatios de potencia. Sé que ha pasado lo peor y a partir de ahí me voy moviendo de un lado para otro. Ya voy confiado, que me vean: ya solo puedo darles buenas noticias. Además, toda la parte final de puerto, desde que llegas al cruce de Elhursaro, es mucho más llevadera y la gente corona ya recuperada. Pasada la cima, a los pies de Urkulu, solemos hacer uno de los avituallamientos.
Ver las caras de la gente, ya recuperadas y orgullosas de haber superado la subida es una satisfacción.
Eso sí, todavía queda mucha tela con Artaburu, el sterrato de Irati, Lapizea… pero uno de los cocos ya está en el zurrón.
Quizás os parezca algo absurdo, pero ese día para mí suele ser muy especial y eso que no voy en bici. Si, reconozco que me encantaría compartir esa jornada en ruta con la gente, pero tengo asimilado que ese día es para vivirlo desde el otro lado.
La compañía es la misma, las sensaciones diferentes. Si alguna vez tenéis oportunidad de vivir un puerto en compañía, pero de esta manera, os aseguro que, aunque lo viváis de fuera, podréis sentiros como uno más. Cada una de las sensaciones que transmiten cuando pasan delante de ti, sabes que las has vivido en más de una ocasión.
Diferente, pero ciclismo con todas sus letras, y es que ese día también me siento ciclista.
Foto: A. Epelde/Ziklo