Día: 2 de abril de 2020

Santuario della Madonna del Ghisallo (Italia)

Magreglio es un menudo pueblo de la provincia de Como, en la región de Lombardía, con apenas 640 habitantes, pero es bien reconocido entre los cicloturistas de todo el mundo porque en este lugar está ubicado el bello y pequeño Santuario della Madonna del Ghisallo, que fuera proclamada patrona universal de los ciclistas en 1948 por el papa Pío XII.

La iglesia es un lugar de culto para el ciclista, repleto de recuerdos, historia y hazañas de los esforzados de la ruta, y ha sido escenario en numerosas ocasiones de diversas etapas del Giro de Italia y, cómo no, sobre todo del Giro de Lombardía (muy cerca de aquí está la temible ascensión al Muro di Sormano).

En el interior del santuario podemos encontrar bicicletas históricas de Coppi, Moser o de Merckx, y de sus paredes cuelgan toda clase de objetos relacionados con el ciclismo desde maillots, banderines, gorras, bicis de todo tipo: un auténtico museo que además dispone de la mayor colección de maglias rosas del mundo y un enorme archivo audiovisual.

En el exterior, podemos contemplar los bustos de los históricos Coppi y Bartali, así como una estatua de unos ciclistas que nos saludan y nos invitan a entrar a un lugar que cualquier amante del ciclismo que se precie de serlo debería visitar al menos una vez en su vida. Impactante.

 

Via Fignon en Barèges (Tourmalet)

Todos los primeros sábados del mes de junio se efectúa la ceremonia de ascensión del Gigante del Tourmalet que sirve de pretexto para celebrar una gran fiesta del cicloturismo: la «Montée du Géant» en la que se trata de acompañar la estatua del Gigante los 30 km de distancia que lo separan de su domicilio invernal hasta sus cuarteles de verano en el Col du Tourmalet. La marcha sirve además para inaugurar la nueva temporada cicloturista con la apertura del puerto.

Fue con motivo de esta deportiva manifestación en junio 2011, que contó con la presencia de grandes campeones ciclistas como Bernard Hinault o nuestro Miguel Indurain, para además rendir homenaje a Laurent Fignon, «el profesor», doble vencedor del Tour (1983-84) fallecido el año anterior, el 31 de agosto de 2010. En su memoria, esta celebración fue rebautizada como «Souvenir Laurent Fignon», ya que además siempre fue un gran embajador de Hautes-Pyrénées y porque en Pirineos fue donde llevó a cabo sus mejores actuaciones. También en su nombre y con la presencia de su hijo Jérémy y su esposa Valérie,  fue inaugurada una nueva ruta para ascender el Tourmalet (por la vertiente de Barèges) exclusiva para cicloturistas: 4,190 km de longitud y 200 m de desnivel que llevaría el nombre de «Via Laurent Fignon».

Se trata de un tramo de carretera solitaria, sólo compartida con algunas ovejas, y que si no lo remediamos, puede caer fácilmente en el olvido por falta de mantenimiento.

 

Memorial a Pantani en el Mortirolo

En la vertiente de Mazzo in Valtellina se inauguró una escultura singular en recuerdo a Marco Pantani, objeto de peregrinaje por parte de los “cicloamatori”, un memorial de hierro en el que nunca faltan ramos de flores.

La idea nace de una iniciativa creada por Felice Gimondi y otros ex ciclistas italianos como Bugno o Chiappucci, que piensan en construir un monumento dedicado al Pirata.

La escultura tendría que caracterizarse por elementos claramente reconocibles y relacionados con la figura de Marco, destacando el espíritu aventurero y heroico del Pirata en su terreno favorito: el ascenso extremo. Recordarlo en el Mortirolo era lo más justo: se trataba de “su” montaña.

Gracias a la aportación de Bianchi, el artista elegido dispondría de 10.000 euros para su construcción. Se habría de ubicar en uno de los tramos más significativos de la ascensión al Mortirolo y tenía que ser bien visible e identificable.

El proyecto enviado por los artistas Michele Biz, Alessandro Broggio y Alberto Pasqual sería el escogido: una hoja de acero inclinada, fijada «cantilever» a una de las paredes en una de las curvas más exigentes del Mortirolo. Y en un pedestal la figura de Pantani, de forma tridimensional y con su postura más clásica y competitiva: de pie sobre los pedales, las manos en la parte baja del manillar y con su mirada buscando a los rivales que había dejado atrás. Según los autores “quisimos recordarlo de una manera sencilla y franca, buscando la pureza del gesto que lo hacía diferente del resto”.

 

Por Jordi Escrihuela

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