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Historias y rutas

 “Los grandes perjudicados”

 

Hace unos días, salí a rodar con un buen amigo. Empezó a andar en bicicleta recientemente, casi de casualidad, fijándose como gran objetivo acabar la Treparriscos. Pero como les sucede a tantos, una cosa llevó a la otra, y ya tiene hecha toda una Quebrantahuesos en un tiempo más que destacable, y anda pensando en bajarlo en la edición del año que viene. La cercanía geográfica le ha permitido conocer los clásicos puertos pirenaicos, pero no me preguntéis por qué, Fernando, que así se llama, tiene una extraña fijación con un puerto que le queda un poco más lejos: el alpino colle del Agnello.

Me resulta muy familiar, porque yo también lo tuve entre ceja y ceja hasta que finalmente lo subí en el año 2000. El caso es que el otro día mientras disfrutábamos de una agradable y tranquila ruta, no paraba de preguntarme cosas sobre este puerto que tanto le motiva y hasta le intriga. Una de sus preguntas me dio que pensar:

¿Por qué un coloso de semejante magnitud se ha subido tan pocas veces en carreras profesionales?

Recuerdo que me quedé mirándolo y empecé a responderle. A cada respuesta yo mismo me daba la réplica, porque no acababa de convencerme lo que segundos antes le había respondido.

  • Hay muchos puertos…, no se puede ir cada año…, hay que variar…, – respondía, para inmediatamente replicarme: pero otros bien que repiten periódicamente.
  • No es una zona boyante desde un punto de vista turístico ni económico – para luego recordarme: no es necesario que sean finales de etapa, además, localidades como Cuneo no son mucho menores de lo que es Pau.
  • La altitud del Agnello puede ser un problema, sobre todo en el Giro -es cierto – pero, ¿qué me dices de julio y el Tour?

Sin darme cuenta, yo mismo había nombrado las palabras clave: Giro y Tour. Es decir, puede subirse tanto en una carrera como en otra. Y entonces sí que le respondí con una frase para la cual no tenía una réplica sólida.

Se ha subido en tan pocas ocasiones porque es un paso fronterizo.

La contundencia y realidad de esta frase frenaba cualquier amago de respuesta. No se me ocurría cómo rebatirla y cuanto más lo intentaba, más claro veía que ahí radicaba el verdadero problema. Me puse inmediatamente a pensar en otros puertos fronterizos, y observé que en todos ocurría lo mismo. No eran nuevos, muchos se habían subido, pero pese a que algunos de ellos eran auténticos colosos, en la historia de las grandes vueltas por etapas apenas se habían ascendido y poco protagonismo habían tenido.

Si se piensa fríamente tiene su lógica, pues implica entrar en otro país. Antiguamente, y con las fronteras tal y como las hemos conocido no hace tanto tiempo, era aún más complicado. Hoy en día se han facilitado mucho las puertas de entrada y salida entre los países comunitarios de la Unión Europea, pero a los organizadores no les hace mucha gracia en plena prueba, llevar toda la logística de un país a otro. Una cosa es comenzar la prueba en un destino extranjero o hasta exótico, como el Giro de este año que comenzó en Israel, pero una vez que regresan al país de origen, son reacios a salir de él.

Mi mente comenzó a pensar más detenidamente en todo esto, por supuesto tomando como referencia el Agnello que tanto intriga a Fernando.

Es un coloso a todos los niveles, uno de los grandes puertos de paso europeos. Supera los 2.700 m de altitud -no hay muchos que lo hagan en el viejo continente- y es un puerto de una dificultad muy alta, sobre todo por su vertiente italiana. La vertiente francesa no es tan dura, pero no cabe duda de que por este lado también es un puerto de armas tomar.

La primera vez que se subió fue en el Giro de 1994, en una etapa que entró en Francia y concluyó en la estación de Deux Alpes. Se programó para la siguiente edición del Giro, finalizando en Briançon, pero una avalancha de nieve lo impidió. Tuvo que esperar hasta el 2000 para volver a subirse y acabar en Briançon previo paso por el puerto francés del Izoard, con el que enlaza a la perfección. Repitió formato en el Giro de 2007 y se subió por última vez en 2016 para acabar en otra estación francesa, Risoul.

El Tour todavía lo ha utilizado menos, concretamente en dos ocasiones, pero al contrario que el Giro, lo ha hecho con sus dos vertientes: en el Tour de 2008 la vertiente francesa, finalizando en la estación italiana de Pratonevoso; y en el Tour de 2011, su vertiente italiana en una etapa que comenzó en Pinerolo (Italia) y sirvió para entrar en Francia en una etapa que acabó en la cima del Galibier.

Seis incursiones en dos carreras de la relevancia e historia del Giro y el Tour, ambas centenarias, se me antojan muy escasas. Sobre todo, teniendo en cuenta el puerto al que nos estamos refiriendo. Puertos que puedan reunir determinadas características:

  • ser de paso
  • un desnivel superior a 1.700 m
  • una altitud por encima de los 2.500 m
  • un porcentaje medio en sus 10 km finales del 10%

creo que podemos contarlos con los dedos de una mano y probablemente nos sobren dedos.

Comencé a pensar en más ascensiones, buscando datos objetivos que reafirmaran esta teoría. Así es como reparé en otros grandes puertos fronterizos de paso. A bote pronto los primeros que se me ocurrieron fueron el passo Rombo (Timmelsjoch en alemán), que hace frontera entre Italia y Austria, y el passo del Gran San Bernardo que hace frontera entre Italia y Suiza.

El primero y si los datos no me fallan, sólo se ha subido en una ocasión, en el Giro de 1988 en una etapa que salió de Merano y que a través del Rombo entró en Austria para finalizar en Innsbruck. El Gran San Bernardo se ha subido en seis ocasiones a lo largo de la historia en el Giro de Italia y cinco en el Tour de Francia, pese a que no sea un puerto fronterizo francés, si bien luego sí permite la entrada en Francia a través del Pequeño San Bernardo. Otro gran puerto fronterizo y que ha sido ascendido muy pocas veces en su historia, cuatro en el Tour y una sola en el Giro.

En cualquier otro puerto fronterizo de relevancia que se nos vaya ocurriendo ocurre lo mismo. El imponente, sobre todo por Italia, Mont Cenis siete veces en toda su historia sumando tanto Giro como Tour. El no menos espectacular colle de la Lombarda únicamente en dos ocasiones.

Y así podríamos continuar con una larga lista. No es que sean ignorados, ni marginados. Simplemente llevan adosados los problemas que supone cambiar de país. Que una localidad extranjera esté dispuesta a ser final o inicio de etapa en una gran vuelta que no es la suya. Más que problemas quizás sean incomodidades, o inconvenientes logísticos, pero esto se traduce en datos, y éstos nos dicen que no suele ser algo que a los organizadores les seduzca. Por tanto, estos puertos se suben cada cierto tiempo.

Otra posibilidad, pero que también es una “rara avis”, es hacer una circular, iniciando y acabando la etapa en el propio país. Es decir, saliendo del país por un puerto y entrando por otro. Un claro ejemplo es la etapa pirenaica del Tour del 2007 con inicio en Orthez y finalización en el col del Aubisque. Entró en España por el terrible Larrau y regresó a Francia por la Pierre-St-Martin. Ahí se aprecia con meridiana claridad las complicaciones de todo lo que venimos comentando. El fronterizo Larrau, por su vertiente francesa es uno de los puertos más duros de todo el Pirineo, pero sólo ha sido ascendido en dos ocasiones por parte del Tour, la comentada del 2007 y una anterior en 1996 que finalizó en Pamplona.

La Pierre St Martin tiene varias vertientes francesas y que sí han sido ascendidas por el Tour en varias ocasiones, pero la mayoría de ellas hasta el col del Soudet (1.540 m), a una cota inferior al paso fronterizo (1.760 m) y que por tanto no supone dejar Francia y entrar en España. De hecho, el paso fronterizo propiamente dicho sólo se ha ascendido en dos ocasiones: la citada del Tour 2007 para regresar a Francia, y en la Vuelta a España de 2016 en una etapa que también finalizó en el col del Aubisque.

Dos puertos fronterizos que sin duda hubieran dado mucho más juego en la historia de la Vuelta o el Tour, de no llevar consigo la tara que supone cambiar de país, son los puertos o cols de Somport y Portalet. Tan conocidos para muchos cicloturistas por ser dos de los grandes puertos que se suben en la Quebrantahuesos. El primero para salir del país y segundo para volver a entrar. De este modo, el puerto de Somport se ha subido una vez en la historia de la Vuelta (1957) y otra en la historia del Tour (1991). Al Portalet no le ha ido mucho mejor la cosa, con cuatro ascensiones a lo largo de su historia: una en el Tour (1991) y tres en la Vuelta (1992-1995-2003).

La conclusión resulta evidente. Por el motivo expuesto los grandes puertos de paso fronterizos han sido los grandes penalizados a lo largo de la historia de las tres grandes vueltas por etapas. Una pena, porque algunos de ellos son puertos que bien merecían y merecen tener más presencia en estas pruebas al ser auténticos colosos; en cambio nos tenemos que conformar con verlos muy de vez en cuando. Seguiremos esperando y siempre recibiendo con alegría la inclusión de cualquiera de ellos en las grandes vueltas por etapas del calendario ciclista.   

 

Por Ruben Berasategui

Fotos: Andoni Epelde

Fotos:

1 y 2: Larrau (Francia/España)

3, 4 y 5: Portalet (Francia/España)

6: Envalira (Francia/Andorra)

7: Petit Saint Bernard (Francia/Italia)

8, 9 y 10: Grand Saint Bernard (Italia/Suiza)

11 y 12: Agnello (Francia/Italia)

13, 14 y 15: Timmelsjoch-Passo Rombo (Italia/Austria)

16, 17 y 18: Lombarda(Italia/Francia)