La pasada primavera tuvimos una reunión con la Oficina de Turismo de Terres de l’Ebre, en la provincia de Tarragona, en la que nos mostraron su interés en preparar un reportaje y organizar una sesión de fotos por la zona. Lo primero que nos llamó la atención fue su claridad de ideas y su conocimiento de lo que puede suponer el cicloturismo como alternativa turística. Si, os puede parecer algo obvio, pero os aseguramos que no lo es tanto y la perspectiva y claridad con la que nos hablaban del ciclismo me recordaba a experiencias vividas con responsables de temas turísticos de valles en Alpes o Dolomitas.
Siempre hemos pensado que la proyección ciclista de cualquier zona debe basarse en un conocimiento perfecto de lo que se puede llegar a ofrecer y en ser capaces de dotar al proyecto de “personalidad”. Hay que viajar, ver lo que hacen en otras zonas, tomar notas, pero siempre con afán de aprender para luego adaptar todo lo que vemos a nuestra casa. No hay que soñar con ser lo que nunca seremos; más bien hay que sacar chispas a lo que somos y explotar todos los puntos fuertes que podemos ofrecer.
De entrada, tengo que reconocer que Terres de l’Ebre lo conocía por el Mont Caro y que, cuando lo ascendimos, fuimos casi exclusivamente a ello, iniciando la ruta en Tortosa aprovechando que regresábamos de la zona de Alicante a casa. También habíamos hecho una escapada al Cardó y Llaberia pero llegando desde el norte, de la zona de Cambrils.
Aclarado esto, sabiendo lo que nos atrae conocer cosas nuevas y viendo la ilusión con la que nos transmitían bondades de su tierra, acercarnos a rodar en Terres de l’Ebre pasó a ser una prioridad para ZIKLO.
Teníamos la corazonada de que aquello nos iba a gustar y podemos asegurar que todas nuestras previsiones se vieron superadas y el potencial de toda la zona, sea cual sea tu nivel ciclista, es enorme. Fue un viaje en el que combinamos alta y media montaña con zonas totalmente llanas pero cargadas de encanto. El escenario de entrada se prestaba para dar juego y por eso buscamos momentos especiales de luz tanto al amanecer como al atardecer. Tocó madrugar y trasnochar para alegría del fotógrafo, pero también para la nuestra porque rodar en horarios atípicos por sitios cargados de encanto y con una luz muy especial, es una experiencia que engancha.
Tortosa y el hotel Hotel SB Corona, que está perfectamente acondicionado para recibir a ciclistas, fueron nuestro campamento base. Desde la Oficina de Turismo tenían claras las rutas y zonas que les interesaba comentar. Como os decía, tienen las ideas claras y en su página web puedes encontrar hasta 6 rutas diferentes, en las que se recorre toda la comarca. Hay rutas sencillas, otras francamente exigentes, y además siempre está la opción de “mezclar” para montarnos rutas un poco “a la carta”. Nosotros no vamos a hablaros de rutas concretas, pero si, de zonas y de sus mayores alicientes.
Fuimos al norte y llegamos hasta Flix para rodar junto al Ebro hasta la Pobla de Massaluca, Batea, Villalba des Arcs, Gandesa y por el precioso y sencillo alto de Bot, llegar hasta Prat de Compte. Desde allí, hasta la Fontcalda, enclave espectacular y casi perdido desde donde fuimos a Benifallet para regresar hacia Tortosa por la otra ribera del Ebro pasando por Tivenys y Bitem.
Fuimos a la costa para, desde l’Ametlla de Mar, iniciar una ruta que por Rasquera nos llevó al Cardó y su espectacular Monasterio y luego al precioso pueblo de Llaberia. Desde ahí regreso a l’Ametlla para finalizar al anochecer rodando por el Parque Natural del Delta del Ebro. ¡Sin palabras! Carreteras estrechas, incluso algunos tramos de tierra, pero en muy buen estado, entre arrozales y marismas para acabar en una zona de salinas al borde del mar. Nunca habría pensado que llanear podía tener tanto encanto.
También fuimos hacia el sur para, desde La Sénia, acercarnos a dos puertos cuya cima está en la vecina Castellón (Fredes y Bel), pero que son un complemento perfecto para preparar una etapa de alta montaña que podría tener su final en el espectacular Mont Caro, eso sí, llegando hasta las mismas antenas. Nosotros este día buscamos un plus y desde La Sénia subimos por el camino de Pallerols hasta su Ermita. Curiosamente esta subida es en territorio de Terres de L’Ebre pero 200 m antes de coronar entras en Castellón y la Ermita pertenece a esta provincia.
Mont Caro merece un apartado especial y no hay dudas de que estamos ante uno de los grandes colosos de nuestra geografía. Sus números no mienten: 23 km desde Tortosa, que desde los 11 m de altitud nos llevan hasta los 1436. Nada menos que 1427 m de desnivel acumulado, con una media del 6,31%, pero en la que los 14 últimos superan el 8% de media. La subida la podríamos diferenciar en dos partes, una primera que nos lleva hasta el Portell del Cargol, allí donde Valverde sentenció la Volta a Catalunya del 2017 imponiéndose a Froome y Contador después de un extraordinario trabajo de Marc Soler. Anteriormente, la Volta a Catalunya ya había llegado hasta ahí en dos ocasiones y ambas con victorias colombianas: año 1985 con triunfo de Alirio Chizabas y 1991 con victoria de Lucho Herrera. Desde el Portell del Cargol , nos esperan un par de kilómetros tranquilos hasta el cruce de El Mascar donde la carretera se estrecha y nos enfrentamos a los 4 exigentes kilómetros finales para alcanzar la cumbre en la que sus grandes antenas serán testigo de nuestra conquista, y el Mirador nos permitirá disfrutar de unas vistas al Delta del Ebro extraordinarias. Y hablando de Tortosa, ya en la ciudad, recomendamos subir hasta el Mirador del Parador, desde donde la vista de la ciudad y del Ebro a nuestros pies es espectacular.
Como os comentaba, durante nuestra estancia buscamos momentos especiales de luz. Esta vez, Antxon, el fotógrafo, salió ganando, y Gabriel y yo fuimos “obedientes”. Los principales beneficiados fuimos nosotros mismos y como os contaba, uno de esos momentos lo vivimos al rodar al atardecer, hasta que el sol se escondía definitivamente, por el Delta del Ebro; y el otro fue precisamente en Mont Caro, saliendo de Tortosa todavía de noche para ver amanecer y tener esos primeros rayos llegando al Portell del Cargol.
Cuanto más viajamos, más convencidos estamos de que nuestra geografía está repleta de zonas espectaculares. La clave es tener la mente abierta y ganas de dejarse tentar por cosas nuevas. En los tiempos que corren, la gran dificultad suele ser darse a conocer, pero esto se soluciona con voluntad y trabajo. Terres de l’Ebre supone garantías para el ciclista, buen tiempo y muchas alternativas de recorridos. Buena materia prima que junto a la voluntad y determinación de los que dirigen el turismo de la comarca, son argumentos más que suficientes para asegurar que estamos ante una “Tierra de bici”.
Por Jon Beunza
Fotos: Andoni Epelde