EDITORIAL
EL CALENDARIO
Venimos de un año en el que cada imagen, recuerdo o experiencia ha valido oro. Calmar nuestro instinto ya era un reto, y esas imágenes que alegraban el ojillo dando rienda suelta a la imaginación han acabado por ser las protagonistas de algunos de nuestros “buenos momentos”.
Rodamos en un nuevo año y lo habitual es que en estas fechas nuestros deseos, objetivos, planes, desborden el vaso de nuestras posibilidades, pero creo que no equivocarme al afirmar que para este 2021 muchos nos conformamos dando un pequeño paso hacia atrás en lo que a ambiciones se refiere, y con un poco de normalidad nos daremos más que por satisfechos.
Hablando del año, de sus meses, semanas, me vienen a la cabeza esos enormes calendarios con fotografías sugerentes que gustosamente colocábamos en la pared de nuestra casa u oficina. Muchos se habrán olvidado de ellos e incluso los más jóvenes casi ni los conocerán, pero siguen existiendo. Hace 4 años nos escribieron desde Polonia. Habían visto nuestras fotos, los lugares a los que íbamos, y les interesaba utilizar nuestras fotos para ilustrar su calendario. Un calendario grande, tamaño A2, como los de antes, fotón enorme para que luzca y días bien visibles, pero sin que le quitaran protagonismo a la imagen. Desde entonces, cada año al llegar el otoño empezamos a preparar fotos para que sean ellos quienes las elijan.
Marcel, así se llama nuestro amigo polaco, siempre nos pregunta por nuestros viajes y planes, y nos deja hacerle sugerencias. En estos años, en Polonia, además de los grandes colosos de los Alpes, Dolomitas o Pirineos, han conocido puertos tan nuestros como el Veleta, Haza de Lino, Mont Caro, Angliru, La Bola del Mundo, Las Palomas, Ancares…
Hace unos días me llegó el de este año y pasando sus páginas he recordado muchos viajes y momentos, y me ha dado por pensar en cómo me gustaría que fuese el mío, mi calendario personal, una mezcla de realidad y utopía que no colgará y adornará ninguna pared, pero que tendrá un lugar privilegiado en mis deseos.
Y jugaré a que la imaginación campe a sus anchas. En enero la mayoría estamos con la mecha algo apagada, pero toca salir del letargo. El tiempo generalmente no suele acompañar, la primavera se ve todavía un poco lejos y las salidas suelen ser algo anárquicas. A mí me gusta ver las montañas nevadas y este año lo he tenido fácil. Sí, ya sé que en caliente y desde casa todo se ve mejor, pero es raro el año que no hago alguna escapada para subir algún puerto rodeado de nieve. Somport por el lado francés, aprovechando un trabajo que teníamos de nieve, fue la gran oportunidad.
En febrero el chip empieza a cambiar. El tiempo sigue siendo un hándicap, pero siempre surgen oportunidades. Desde hace 10 años, no falta una escapada al Mediterráneo. El stage que siempre abre nuestra temporada de viajes o algún reportaje son las “excusas” perfectas. Poder rodar con sol, incluso de corto, pasear por alguna playa y en el fondo poder hacer vida de profesional en pretemporada es un lujo mucho más al alcance de lo que parece. En unos días espero estar por ahí.
Marzo y abril son meses para seguir acumulando kilómetros. Los días van alargando, suben las temperaturas, luce más el sol… todo a favor para empezar a pensar de lleno en los planes u objetivos que nos hayamos podido marcar. Las fechas de la Semana Santa suelen ser clave ya que una escapada es siempre factible, aunque son días en los que hay que saber jugar con el equilibrio familia-bici, no vayamos a perder puntos que sean un lastre para todo lo que queda todavía de año.
Suelen ser meses que me gustan para conocer zonas nuevas, lugares de los que me han hablado, pero en los que no he tenido la suerte de pedalear. Saber escuchar es una virtud y una fuente de información tremenda.
En mayo, el cambio de chip es total. Ya empiezo a pensar casi exclusivamente en rutas y viajes con puertos. Que la cabra tira al monte: en que hábitat natural da igual, pero la sensación que tengo cuando puedo perderme entre montañas es única.
Llegan las primeras escapadas a Pirineos, pero es un buen momento para “moverse en casa”. Nuestro filón de cordilleras, sierras, cumbres y puertos es inmenso y tratar de conocerlo desde un punto de vista cicloturista una obligación. Igual es que soy muy viejo, pero supongo que más de uno se acordará en el colegio de aquellos mapas de plástico de la península en los que aparecían todos los sistemas montañosos y los ríos. Pues sí, en todas esas cordilleras, hay puertos espectaculares esperándonos.
Llegan junio, julio y agosto, temporada alta en todos los sentidos. Mis hojas del calendario entran en su fase más internacional y empezaremos por la apuesta más aventurera: Alpes, Dolomitas, Pirineos… Austria, Croacia, Eslovenia, Chequia, Suiza, Alemania o cualquier de las muchas zonas pendientes de Francia o Italia. Unas con viajes llevando a grupos, otras de “investigación”. Todo vale, suma y gusta.
Siempre me he preguntado por qué no le sacamos más partido a septiembre y al otoño en general. Me parecen meses geniales para la bici. Todo está más tranquilo, el tiempo es bueno, los días todavía largos y la naturaleza está preciosa mudando los colores vivos del verano por tonos más ocres que auguran la llegada del otoño. Llevamos haciendo viajes varios años en otoño y la experiencia siempre ha sido gratificante: Pirineos o cualquiera de nuestras cordilleras, nos estarán esperando.
Y conforme avanza el otoño y sin perder oportunidades que puedan presentarse, muchas veces para reportajes de la revista, toca pensar en el siguiente año. ¡Buf!, solo de escribirlo casi me he puesto en forma, je, je. Lo que sí he podido hacer es recorrer mentalmente los sitios que os he comentado y no he podido evitar esbozar una pequeña sonrisa y un pequeño sentimiento de satisfacción. Reconozco que mi calendario suena a “vida feliz”. Nunca negaré que me gusta lo que hago y eso ayuda, pero siempre he tenido claro que no puedo convertir en oro todo lo que reluce y el componente trabajo debe estar siempre por delante del de ocio.
Vuelvo al calendario, a ese ser inerte, frío, discreto pero que acaba siendo determinante y marca inevitablemente el ritmo de nuestras vidas. Entonces, nada mejor que hacernos sus cómplices y rodar juntos. Un largo año nos espera. Que la brújula de nuestros deseos nos ayude a no perdernos y nos lleve hacia donde deseamos.
Por Jon Beunza.
Foto: Andoni Epelde.