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Revistas

SUMARIO
    • 02. EDITORIAL.
    • 04. NOTICIAS.
    • 08. SEA OTTER EUROPE.

El festival de ciclismo en Europa.

    • 14. PRODUCTO.
    • 22. COSTA DAURADA: De la costa al Priorat.

Altigrafías: La Mussara, Llaberia, Siurana, La Morera de Montsant, Castell de Escornalbau, Los Castillejo.

    • 42. CARA B: Santiago Revuelta.

Pasión de vivir.

    • 54. PALABRAS MAYORES: Puertos con más de 1500 m de desnivel.

Calar Alto, Pico de las Nieves, Mont Ventoux, Gran Sasso, Sanetsch.

    • 78. ZIORTZA VILLA Y SUS AMIGAS: Mi elección de cada día.

Sheyla Gutiérrez, Mavi García, Ane Santesteban, Iosune Murillo.

    • 88. ITZULIA ZIKLO.

Conocerse es quererse. Altigrafías: Urkiola, Peñas Negras, Orduña, Gorla, Jaizkibel e Ixua.

    • 112. Las CRONOS en las GRANDES.

Contrarrelojistas, una especie en extinción.

    • 118. SOLO PARA TUS OJOS.

Paso a paso.

    • 126. ETAPAS DE LEYENDA.

Ayer tú, hoy yo.

    • 134. PAISAJE ES MEMORIA.

Benidorm: Desde la “ciudad vertical”.

    • 140. VIA DI SALE.

En mi libreta de los deseos.

    • 144. ULTIMO KILÓMETRO.
EDITORIAL

DIARIO DE CONFINAMIENTO

Un día cualquiera de finales de abril
Me asomo al balcón. Luce el sol, pero no veo a nadie en la calle.
Acabo de terminar una nueva sesión de rodillo. Virtualmente vengo de Bormio, he subido a Torre di Fraele y me he parado a reposar junto al Lago Cancano. Hacía sol, he sudado. Mi pequeña odisea virtual acababa allí, junto al lago sin tiempo de regresar por carretera. Suena el teléfono, vuelvo a la realidad y soy consciente de que sigo en casa.
Cuelgo el teléfono, recojo el rodillo, y me voy a la ducha. Ya cambiado, voy a la cocina, visita al frigo, una cervecita y otra vez al balcón. Son ya bastantes días, no sé los que quedan, pero soy consciente de que toca resignarse, sin rabia y con responsabilidad. Las alas están cortadas, pero en nuestra mano está que vuelvan a crecer.
Sigo con mi nueva rutina. Voy al ordenador, ya tengo casi todo al día, pero es difícil cuadrar y cumplir fechas. Algunos reportajes han quedado anulados: toca improvisar y hablar con imprenta y correos para tratar de mantener todo. Es difícil pensar en futuro viviendo este presente, pero lo vida sigue y no se puede bajar la guardia. Todos en el equipo de ZIKLO somos conscientes de ello y las charlas que mantenemos ayudan. Saber que tienes gente cerca y que ante todo somos un equipo, es impagable.
Vuelvo al balcón. Veo que se ha nublado, amenaza lluvia y sopla el viento cada vez con más fuerza. La verdad es que no me importa. ¡Quién me iba a decir que podría decir esto!
Regreso al ordenador. Sin mucha motivación, pero pensando en positivo. Sigo atando detalles de los viajes de este verano, las posibles anulaciones rondan mi cabeza, descontrolan los planes, muchos meses de trabajo en peligro. Pero, no es tiempo de tregua y empiezo a marear mi cabeza con alternativas e ideas para el año siguiente.
Vuelvo al balcón. En la calle sigue sin haber apenas nadie y ha empezado a llover. Me da por pensar. Veo que algo que hacemos frecuentemente se convierte en una costumbre y nos olvidamos de lo privilegiados que somos. Pienso en esos sitios a los que voy a volver. Me sube un poco la motivación.
Vuelvo al ordenador. Doy un repaso a varias páginas de información y enciendo la tele. Entiendo que ser parte de un medio de comunicación nos permite informar, contar historias y entretener, pero evitando “deprimir”, que parece la moda, sobre todo si te da por ver la tele. La “saturación” de información, tampoco ayuda. Parece mentira, pero hay veces que hasta las posturas y tonos de voz parecen ensayados para dar más morbo. Buff, entre esto, la mala costumbre de contar bulos en las redes sociales, que también llegan a “saturar” y la banda de necios que se cree más listo que nadie y se toma a la ligera las normas, me pongo malo.
Me levanto del ordenador algo encendido, pateo un poco por la casa. Vuelvo a saludar a mi mujer y mis hijos. Juntos, pero también cada uno en su mundo. Eso sí, con tiempo para charlar, tener confidencias. Parece mentira, pero es una oportunidad para conocernos un poco mejor, sobre todo en una situación que era desconocida. Los primeros días “las cadenas” eran un pequeño trauma, pero una vez superado, vamos todos juntos en el barco hasta que se pueda atracar. Bajar la intensidad vital permite darse cuenta de que a otro ritmo se ven más cosas. Es casi como en la bici: un puerto un poco más lento permite ver cosas que dándolo todo no veríamos.
Después de un rato me veo en “el otro balcón”. Por este lado tampoco se ve a casi nadie. Me relajo y dejo que mi mente fluya y sueñe. Porque los sueños se refuerzan cuando nuestra libertad se ve amenazada, y lo que muchas veces nos pareció rutina era en realidad libertad y una herramienta de felicidad.
Vuelvo adentro, me da por repasar fotos, puertos, recuerdos. Esto sí que es el cuento de nunca acabar. Creo que no habrá cuarentena que me permita tener todos los archivos en orden.
Casi sin darme cuenta ha pasado otro día. Vuelvo al balcón, ahora brilla el sol, parece que el atardecer será bonito, es primavera y pienso en algunas de mis rutas y lo bonitas que tienen que estar algunas montañas. Buena inspiración para programar mi próxima sesión de rodillo.
El tiempo pasa y a veces tengo la sensación de vivir perdiendo un tiempo que es oro. ¿Frustración? Quizás, pero es lo que toca y asimilar es siempre un primer paso para buscar otras maneras de disfrutar.
Confío en que todo acabe lo mejor posible, pero lo que es seguro es que todos podemos salir mentalmente más fuertes y con más ganas que nunca de todo. La libertad de hacer lo que sientes, quieres y puedes tiene un valor enorme y ahora, por el miedo a perderla, la hemos sentido más cerca que nunca.
Volverán los tiempos de siempre. Las carreteras, montañas, puertos van a seguir ahí, esperándonos, pero nosotros probablemente no seremos los mismos. Algo va a cambiar en la humanidad y confío en que no seamos insensatos y sea a mejor. En nuestra mano está.
Os dejo un pequeño escrito de “mi diario de confinamiento”. Y lo cuento ahora que voy rodando tranquilo por una de mis rutas favoritas, con el frescor de las primeras horas del día y sintiendo otra vez el aire que golpea mis mejillas…
Todo está precioso, el verde manda, las aguas del río bajan cristalinas y casi he olvidado que este año me perdí buena parte de esas imágenes primaverales que tanto me gustan. Soy el mismo de siempre, en los mismos sitios, pero sin embargo siento que nada es igual. Esta probablemente sea la gran lección de todo lo vivido.

Por Jon Beunza.
Foto: Andoni Epelde.