El “ziklo” de la vida
En mayor o menor medida todos caemos en la tentación, y quizás un poco en la necesidad, de acotar el tiempo, de marcarnos un antes y un después. En realidad, nada cambia, pero es una manera de renovar ganas, resetearse y volver a recuperar la chispa por las cosas. Es como si se tratase de romper la monotonía. Todo lo nuevo lleva implícita ilusión, lo rutinario acaba cansando, y es que, aunque sabemos que nada cambia, ese respiro mentalmente suele ser de gran ayuda. El fin de año suele ser uno de los momentos más oportunos para hacerlo.
Un año se hace corto, el tiempo vuela, pero una vez que nos ponemos a analizar todo lo que ha pasado y hemos vivido, vemos que no lo ha sido tanto, y que da juego para mucho.
Será por el hecho de ir cumpliendo años, pero cada vez siento con más fuerza esa sensación de vivir demasiado rápido. Todas caemos en el error de creer que la vida es larga, que hay tiempo para todo, y aunque puede haberlo, no se puede desaprovechar. La necesidad de saborear cada momento, de querer parar el tiempo, gana protagonismo y en mi agenda de planes ocupa un lugar especial. No se trata de vivir pensando exclusivamente en lo que me gustaría hacer. No somos islas, somos nosotros y nuestro entorno, y el egoísmo es un peligro que nos acecha a todos y que en el caso de la bici puede tener un acusado protagonismo. Tener los pies en el suelo, no está reñido con buscar una vida ciclista satisfactoria y plena. Es algo que se lo debemos a los que conviven con nosotros, pero también a nosotros mismos.
La vida es una partida que no siempre se puede jugar con buenas cartas. Sí, de vez en cuando tenemos las mejores, pero otras muchas, la mayoría, no, y lo único claro es que esa partida tiene que seguir su curso y no puedes retirarte. Los sueños, aspiraciones o proyectos, viven muy cerca y son necesarios, pero no alcanzarlos no debe ser un bloqueo: los planes B existen y son reales. Siempre hay una lectura positiva, o que al menos actúe como calmante.
Y como diría aquel, “si yo venía a hablar de la bici”. Pues igual estoy hablando mucho más de lo que parece. Una de las cosas más gratificante de nuestro trabajo es poder conocer a muchas personas. Gente viviendo y compartiendo sus momentos de ocio. La primera valoración, y una de las grandezas de la bici, es que te permite vivirla tal como quieres: la pluralidad marca el futuro y nadie está obligado a nada. Entenderlo es vital, y la mejor manera de respetar a todo el que va pedaleando sobre una bicicleta. Nuestro colectivo es enorme y además no para de crecer. La pluralidad se desata, pero cabemos perfectamente todos. Somos un iceberg, vemos lo que tenemos cerca, a la vista, pero a menudo nos “olvidamos” de todo lo que esconde, de los que no viven la bici como nosotros. Hay mucha más bici de lo que vemos y eso es un valor sin límite.
La segunda valoración, algo de lo que cada vez estoy más convencido, es que la forma de vivir la bici es un fiel reflejo de la personalidad. “Dime cómo pedaleas y te diré cómo eres”. Sí, la psicología es algo muy importante en la bici: acabas conociéndote bien a ti mismo, pero también a los demás. Además, este viaje es de ida y vuelta. Pedaleamos tal como somos, pero sin darnos cuenta, el hecho de pedalear igualmente contribuye a moldear nuestra personalidad y puede sacar a la luz muchos valores.
¡Buff! Qué me estoy liando… Y pensar que mi idea era hablaros de mis planes, de lo que he hecho y de nuevos proyectos… Otra vez será, toca cerrar el “ziklo”. 3, 2, 1… cero! ¡Reseteo activado! ¡Energías renovadas!
Por Jon Beunza