Es suficiente mirar hacia el interior para comprobar que la bici es capaz de moldear nuestra personalidad. Como en todo, con sus cosas buenas y con otras no tanto, pero estoy convencido de que nuestra manera de comportarnos en la bici y en la vida guardan mucha relación y de que cada uno tiene influencia en el otro.
Cada uno tenemos un conjunto de valores y muchos de ellos se han desarrollado gracias a la bici. A mí, me ha dado espíritu de lucha, tesón, no bajar los brazos, saber que para conseguir las cosas hay que esforzarse y que siempre hay un camino, aunque sea difícil verlo. Cada día supone un avance y en nuestra lucha diaria hay que aprender a darse respiros y disfrutar de lo conseguido.
También me ha enseñado que nada es para siempre, que todo evoluciona y no podemos acomodarnos. La vida, como nosotros, pasa, pero cada fase nos brinda un espacio para disfrutar. Los grandes logros pueden llegar a ser pura utopía, incluso dudo que sean necesarios, siempre que sepamos valorar las pequeñas cosas. Soñar despiertos puede ser una buena terapia, siempre que no sea una amenaza y queramos hacerlo real.
Habría muchos detalles más que hacen que considere a la bici como una escuela de vida cargada de ilusión. A nosotros nos corresponde tratar de aprender con ella, porque creo firmemente que nos puede ayudar a ser mejores personas.
Foto: A. Epelde/Ziklo
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