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Historias y rutas

En una nueva Vuelta a España obsesionada con encontrar nuevas cumbres y pequeños pedazos de infierno en altura en los que finalizar las etapas, Cantabria tiene mucho que decir. Un ejemplo es la ascensión, COLLAO ESPINA-LOS MACHUCOS, un puerto que surge tras dejar atrás Arredondo y girar a la izquierda camino de Bustablado. O si se prefiere, nada más descender Alisas a mano derecha. Responde al nombre de Los Machucos con rampas que superan el 25%, y que se presentó como gran descubrimiento para la Vuelta 2017.

En la 17ª etapa que partía de Villadiego los ciclistas se acercaron a estas tierras pasiegas para ascender al puerto de Lunada por la vertiente burgalesa, y enfrentarse finalmente al encadenado Alisas y Los Machucos, más correctamente llamado Collao Espina (el punto más alto de la ascensión), aunque los profesionales solo lo subieron hasta el Monumento a la Vaca Pasiega.

“Nunca es tarde si la dicha es buena”, dice el refrán y en este caso se confirma de manera evidente. Con él se quiere indicar que hace pocos años los habitantes de los valles del Asón y del Miera se pusieron en contacto motorizado por esta ruta ya asfaltada: hasta entonces no se libraban de una kilometrada si querían rendir visita a sus vecinos. Por aquí no se acercaban más que grupos de montañeros en busca del buzón del Porracolina (1.414 m) y algún espeleólogo con ganas de admirar las maravillas subterráneas de este macizo kárstico. Con todo, es muy posible que las cosas no cambien en demasía: el pavor que el nombre del Collao Espina provoca en los aficionados al pedal ha ido en aumento de día en día.

La ascensión la iniciamos en un puentecillo junto a las primeras casas del pequeño pueblo de Bustablado, cuya fisonomía seguro que veremos modificarse a ritmo acelerado en los próximos años. Una fuente nos brinda el mejor momento si queremos detener voluntariamente el pedaleo: luego igual nos veremos obligados a repetir la operación de soltar las calas para echar pie a tierra. De inmediato, una primera rampa al 17% nos avisa que la cosa va en serio. Vemos abajo a nuestra izquierda el barranco por donde discurre el río que lleva el nombre de la localidad y al que enseguida, por mejor asfalto, descenderemos para afrontar el primer muro del puerto. Con máximas por encima del 25%, ese kilómetro que se inicia en un nuevo puentecillo supera el 14% de pendiente media. Luego ligero descenso en el que no nos da tiempo a recuperar el aliento, porque se nos ha helado el alma ante la terrorífica visión de una recta de más de 300 m en la que no bajaremos del 20%.

El siguiente tramo kilométrico discurre entre verdes e idílicas praderas alternando tramos empinados con otros en bajada. Tras atravesar sobre hormigón un paso de agua, afrontaremos una nueva zona de especial dificultad, con un par de rampas al 18% para, tras un breve descanso de apenas 200 m, adentrarnos en un magnífico hayedo en el que seis espectaculares herraduras nos volverán a poner a cada uno en el lugar que nos corresponde. Son nuevamente 2 km al 12% y máximas del 18% los que se empeñan en hacernos desistir en nuestro intento, hasta que una borda a la izquierda nos da un respiro en forma de corto descenso, antes de coronar un primer alto en curva derecha, otra vez tras fuerte rampa. El tramo siguiente todavía encierra rampas de consideración hasta llegar junto a la vaca pasiega que nos recibe con una socarrona sonrisa. Pero nosotros no podemos dejar sin alcanzar el punto más alto para sentarnos en la hierba a contemplar a lo lejos el mar Cantábrico y la infinidad de montes, colinas y núcleos de población que pueblan la Montaña cántabra.

Por Juanto Uribarri.
Altigrafías: Ander Guaza/Juanto Uribarri/Javi Fuertes/APM.
Fotos: Andoni Epelde.